viernes, diciembre 30, 2005

Agradecimiento

(extraído de Ganarás la luz, de León Felipe) VII Agradecimiento Hay poetas que trabajan con la palabra solamente, como los lapidarios; Otros trabajan con la metáfora, como los joyeros que cambian las piedras de lugar; Otros empalman y enciman los ladrillos con una musiquilla monótona e interminable de romance; Otros se valen del termómetro y del compás como los geómetras impasibles que miden los ángulos y la temperatura del tabernáculo; Otros trabajan con el símbolo y con la fábula, como los estofadores y los que emploman los vidrios de los grandes ventanales; Algunos muy entendidos son maestros en el arabesco, en el jeroglífico y en la alegoría, como los tejedores sagrados y los criptógrafos que dejan su secreto en las cenefas de las casullas y en los frisos de los cenotafios; Otros trabajan con la arcilla blanda de su ejido solamente, como el alfarero municipal; Otros cavan en las profundidades del subterráneo donde se han de apoyar un día los cimientos, como los tejones o los topos; Otros se afanan allá arriba, cerca del cielo, en las cornisas de los campanarios, como la cigüeña y las golondrinas… Pero el Poeta Prometeico trabaja con su sangre donde van disueltos los esfuerzos de todos estos poetas especializados. Y a todos estos artífices humildes, cuyo nombre se llevará un día despiadadamente el Viento, el Poeta Prometeico les agradece todo lo que le han dado, todo lo que le han traído para edificar el templo venidero y levantar la torre donde se ha de colocar mañana el pabellón rojo del hombre.

martes, diciembre 27, 2005

Foniatras

Mi inquisitivo intelecto venía dándole vueltas a un asunto crucial que ha convertido algunas de mis noches en un agotador vía crucis: ¿qué necesita el hombre –y la mujer y el travesti- de hoy para ser modestamente feliz? El otro día en uno de esos infernales sistemas de transporte público que me veo impelido a tomar de vez en cuando tuve la revelación: el hombre –y todo bicho viviente- necesita, además de un tiránico asesor de imagen, un foniatra de cabecera. Así nos ahorraríamos algunos homicidios.
El hombre necesita a alguien que descubra cuál es el timbre de voz que mejor le va, o que en su defecto lo persuada de que ganará más estando callado –un timbre estridente está muy bien como señal de fin de jornada en una oscura fábrica de cacerolas, pero no en las cuerdas vocales de una chica que podría pasar por fina si no abriera la boca-; necesita a alguien que le enseñe a vocalizar –al paso que vamos, acabaremos utilizando el sistema fonológico español para hacernos un bonito collar hawaiiano con él-; alguien que le demuestre que la risa es muy sana, pero, en un aula, no debe ser confundida con un desprendimiento de rocas en plena calzada; y alguien al fin, que le convenza de que, si su aparato fonador funciona a pleno rendimiento, no tiene por qué convertir las manos en armas arrojadizas para dar énfasis a palabras como mogollón, tío, tía, qué pasa o por mis huevos. No hay ninguna ley que obligue a subrayar cada palabra balbucida con un gesto de las cejas, de la nariz, de la boca o de las manos, o peor, con una delirante combinación de todos ellos. La revelación venía con un anexo debajo del brazo. En un segundo estadio, una vez que hubiéramos logrado esto, habría que ponerse a formar con urgencia a una legión de guionistas. Un signo de evolución de los tiempos y de que el lugar común de que otro mundo es posible significa realmente algo sería que la gente supiera exactamente, antes de salir a la calle, qué frases tiene que pronunciar, y que sustituyera -cuando consigues entender alguna palabra de las que grazna- sus alocuciones o dicterios de hoy: -"… y yo, tía, le dije que el marrón, tía, era suyo… -… cuando terminas de pagar la comunidad, la contribución, los muertos, la hermandad, la electricidad, el teléfono… y cualquier día esta burbuja estallará y nos quedaremos con el culo al aire… - … es un desastre (…), como si le hablaras a un cubo… -… sí, ¿no lo sabías? Pues no se habla de otra cosa… ¿En qué mundo vives? -… y vino la policía a decirnos que bajáramos la música (–una música horrible, seguro). Con un cebollón, tronca, que pillé… Y Valdés echó la pota en la calle… -… la cola es allí, señora, por si no lo ha visto. Es que tiene cojones… en mis propias narices… Cuarto y mitad de chopped de pavo". por frases con sentido. Simplemente. Bien, pues el día que dejemos atrás estas disparatadas composiciones –y con la ayuda de un foniatra entregado a su trabajo, claro- habremos avanzado casi tanto como cuando se descubrió la penicilina. Para abrir boca en esta necesaria revolución, les propongo algunas frases de Eva al desnudo, gentileza de Joseph Leo Mankiewicz, que tuve la suerte de volver a ver el otro día en la filmoteca. 1. –"¿Y tú te llamas autor dramático? Una situación preñada de posibilidades y lo único que se te ocurre es decir que os marcháis. –Me parece una excelente idea. –Pero no representable. 2. –…obras de autores que murieron hace 300 años. –¡Todos los autores deberían haber muerto hace 300 años! 3. –Ya es hora de que el piano sepa que ha sido él el que ha escrito el concierto.
4. – Ciertamente tuve épocas mejores, pero francamente no estoy dispuesta a que se me compre con un simple cocktail como si fuera una tanguista.
5. – Margo, hagamos las paces. – Los términos son muy duros: rendición incondicional.
6. –… las cosas que se dejan caer al subir la escalera para avanzar más rápido y que luego te hacen falta para volver a ser mujer. Telón lento y final.
7. – Entre nosotros, todo el mundo es culpable mientras no demuestre su inocencia. Es una diferencia entre el teatro y la civilización.
8. –… hay tres días para arreglar los papeles, análisis de sangre… – Yo me caso contigo aunque resulte que no tienes sangre.
9. – Ya no haré jamás papeles que no me vayan solo porque no tengo nada que hacer por las noches.
10. – … volveré, si ustedes lo desean, claro, porque mi corazón está aquí, en el teatro… – (…) – Hablaste bien, Eva, pero no tienes que preocuparte mucho por el corazón. Siempre puedes poner ese trofeo en su lugar".

miércoles, diciembre 21, 2005

La Jurado, como una ola

Rocío Jurado también pertenece a mi iconostasio, junto a gente tan variada como Concha Velasco, Jane Birkin, Jeremy Irons, Pepa Flores, Emilio Lledó o Sharon Stone, por citar solo a algunos que visiblemente poco tienen que ver entre sí. Probablemente no la aguantaría 24 horas seguidas, pero estoy contento de que esté VIVA. Rocío Jurado está VIVA, más guapa y mejor vestida que nunca, tan divina y tan gay como siempre, y a la vez humilde, enigmática, cariñosa, entregada a su público, menos ñoña que antaño, y con la voz descansada y colocada en su sitio. Es un torrente, una luchadora, y por encima de todo una gran artista, y lo demostró en la gala que TVE emitió anoche, su vuelta por todo lo alto tras casi dos años sin subir a un escenario. Anoche hizo un recorrido por lo más variado de su repertorio, desde Como las alas al viento, pasando por Mi amigo, Señora, Como yo te amo, Se nos rompió el amor, Un clavel y muchos otros hitos. Al parecer la audiencia solo fue de 3’5 millones de personas, pero el espectáculo que ofreció bien habría valido una concurrencia mucho mayor. Físicamente, Rocío Jurado ha menguado. Está muy delgada –lo que no es ningún delito, ni mucho menos-, y la antigua delantera de España, comparable a la de Samantha Fox, por ejemplo, ahora no es ni su sombra. Claro, ha tenido que renovar el fondo de armario de arriba abajo, y ha salido ganando. Lució impecablemente vestida por Hanibal Laguna, en todo su esplendor, moviendo las manos –la parte que prefiere de su cuerpo- con elegancia, sonriendo, pasando de la ternura a la ira en segundos, con brillo en una mirada profunda y fulminante. Hubo muchos momentos emotivos. Seguramente arriba del todo estuvo el reencuentro con Raphael –otro que, afortunadamente, también está vivo-, con quien se produjo la chispa, el desafío, la vieja complicidad de compañeros de noches de gin tonics y farra. La gala cubrió varios frentes. Dejó vía libre, claro, a una emotividad que era imposible reprimir, pero también quiso acercar el repertorio de Rocío a gente joven y que sigue a David Bisbal, Chayanne, Rocío Mohedano -Ese hombre-, Malú -Se nos rompió el amor-, Paulina Rubio o Mónica Naranjo. También cantó dúos con Lolita y con Falete, y, además, bailó con Antonio Canales. Precisamente la aparición de Antonio Canales resultó la gran mamarrachada de la gala. El público –y, sobre todo, yo- no se merecía ni esas mechas, ni esa especie de kaftán a juego con un mantón de Manila, si por supuesto esos botines de terciopelo rojo sucios. No basta con bailar bien, Antonio. Otra crítica que le hago a la gala es la moda absurda de transcribir en la franja inferior de la pantalla de televisión los más locos mensajes remitidos por el móvil de Adela, José Mari o Isabel de Murcia. Con esa franja de tan mal gusto no hay realizador que pueda salir airoso. Pero ya lo último es que la gente no se corte ni un pelo para enviar sms con faltas de ortografía y los de la tele lo transcriban tal cual. Alguien debería estar dedicado a corregirlas antes de acentuar la deriva a la que nos abocamos. No es de recibo leer “Felices Nabidades” o “Heres la más”. Pero quizá lo más divertido de la gala llegó cuando apareció Paulina Rubio y su (ausencia de) voz. No sé a quién se le ocurrió que Rocío y ella tenían que hacer el dúo de Lo siento, mi amor. Ha sido el momento más gay que he visto en la TV en mucho tiempo, mucho más que la boda de Elton John. Lo que veíamos en la pantalla era lo siguiente: dos lesbianas de muy diferente edad -y calaña- tirándose los trastos a la cabeza, a voz en grito. “Lo siento mi amor, pero ya me cansé de fingir y pretendo acabar de una vez para siempre esta farsa. (…) Haceeeeeeeeee tieeeeeeeeeeeeeeempo que no siento nadaaaaaaaaaaaaaaaaaaa al hacerlo contigooooooooooooo. Que mi cuerpo no tiembla de ganas al verte encendido. Y tu cara, y tu pecho, y tus manos parecen escarcha, y tus besos que ayer me excitaban no me dicen nada”. Dos lobas en medio de una tasca madrileña o mexicana, a las que les importa todo un coño, y en la que sale perdiendo Pau, la pobre, con esos restos del naufragio de una voz cazallera.
En fin, Rocío, querida, eres una estrella nacional en toda regla. Adelante. Esperemos poder recuperar pronto a la otra Rocío: Rocío Dúrcal.

sábado, diciembre 17, 2005

Alicientes y pequeños placeres

Lo normal es que mis semanas transcurran exactamente igual unas a otras. A pesar mío, tengo que confesar que no soy un experto en convertir mi existencia diaria en una performance. En los últimos meses, rara vez se ha producido algún acontecimiento que merezca formar parte de los anales de mi vida. Sin embargo, en los últimos siete días, en esta larga víspera para una luna llena, numerosos alicientes han llamado a mi puerta para ofrecerme variadas dosis de un entusiasmo. 1. Arriba del todo, una lección de amistad en forma de declaración escrita. Parece mentira que una palabra tenga tanto poder, que exprese lo que dice y lo que queda oculto; que conforme un paisaje casi universal y un paisaje entre dos personas, quien la escribe y quien la recibe. Sabes que daría la vuelta al mundo para estar cerca de ti, cuando lo desees, y que también, como soy sierpe y burro al mismo tiempo, hace falta que me silbes cuando lo necesites. Gracias. 2. La ciudad en la que vivo me sigue ofreciendo rincones hermosos, rincones que solo esperan que los descubra. No tengo ninguna prisa. Después de ver la puesta de sol desde la terraza de mi hotel favorito, después de hacer un repaso con una amiga del último álbum que he confeccionado en el que EL TEMA SOY YO y en el que no he censurado –mal hecho- esas fotos para las que el asesor de imagen con el que todos deberíamos nacer debajo del brazo (y no con un pan) nunca tendría que habernos permitido posar, mi amiga y yo improvisamos el descenso por la judería. Paseamos por callejuelas sinuosas que utilizaban los judíos de la época para sus variadas transacciones; también vimos casas ajardinadas y con torres por las que no tendría escrúpulos para dar a su propietario ese ligero empujón hacia el precipicio -¡Oh, qué pena! Ha tenido un vahído que le ha costado la vida. No somos nada- y llegamos a una placita empedrada con varias alturas por la que no puede transitar ningún tipo de vehículo de ruedas. En medio hay un lavadero de piedra: cuatro columnas, un tejado a dos aguas y cuatro puestos para lavar enfrente de otros cuatro. Mi primera reacción fue elegir cuál sería mi casa en aquella plaza. Había unos chicos que viven en un piso a ras de calle y que estaban haciendo directamente un empalme para llevar la electricidad gratuita a su casa desde la red general. ¡Qué espabilados! Más arriba, tras una persiana verde, una señora recogía ropa tendida en el balcón. Yo esperaba que subiera la persiana para ver un poco el interior. No lo hizo. Así que elegía la casa de más arriba, que es la mejor, claro. Tras un ventanal, vi unas gafas y detrás un señor mayor. Imaginé que sería un pobre impedido que pasa sus días pegado a los cristales de la ventana enfrente de las hermosas vistas que yo imaginaba desde allí. Él, por su parte, imaginó que éramos turistas. Yo lo saludé con un gesto de la mano enguantada en plan Fabiola de Bélgica y el señor se levantó de su (inexistente) silla (de ruedas), abrió la ventana y nos invitó a subir para contemplar las vistas desde su casa. Y subimos, pero esto ya lo contaré otro día. Nos dijo, eso sí, que el sol se pone justo encima del cuarto ciprés. Desde allí ve la sierra nevada. Por su parte, mi amiga me había contado, mientras tomábamos un amaretto en la terraza del hotel, una de esas historias que tanto me gusta escuchar: la de un bohemio-zarrapastroso-niño-bien-de-58-años-fan-de-Johnny-Hallyday al que había conocido en un parque y quien les había acabado ofreciendo, a ella y a su hermana, un concierto loco unplugged en una casa llena de libros hasta arriba. Estoy deseando conocer a este personaje. 3. Descubrir el monasterio de Lupiana (Guadalajara), gracias a un amigo que lo pone todo en obra para que experimentar ese placer sea posible. Este monasterio pertenece a una familia, pero tiene la obligación patrimonial de abrirlo al público una vez por semana. Y han elegido los lunes de 9 a 13h, un horario que deja fuera de juego incluso a los espíritus más combativos. De hecho, casi nadie sabe que este marco incomparable existe. Pero mi amigo sí. Y allí me llevó. Quedé ojoplático. El claustro renacentista, que es lo único que está en todo su esplendor en el monasterio, me encantó. Pero lo que más me impactó son los restos de la iglesia, que es anterior. En un momento dado, el tejado se hundió. Si la familia intentaba reconstruirla, probablemente pasarían varias generaciones antes de que pudieran volver a llevar zapatos. Así que optaron por una solución que no enseñan en las escuelas de diseño de interiores: construyeron en el interior un jardín, con su estanque, sus cipreses, sus calles. Hacia la cúpula del altar mayor trepa –una actividad en la que son especialistas algunos personajes con los que me he cruzado a lo largo de mi carrera- una hiedra que poco a poco va cubriendo los restos de los frescos que aún quedan. Y desde allí mismo, dos pequeñas escaleras descienden hasta el estanque. Los comentarios del guardés que nos lo enseñó todo –bueno, casi todo-, también deberían ser comentados. “Esta era una orden contemplativa. Claro, si les daban a elegir, no iban a ser tan tontos como para partirse el lomo cavando. Eso es matemático”. 4. La semana que viene empezaré a traducir a un poeta haitiano del que no había oído hablar. Trabajaré con una gente a la que todavía no conozco, pero que espero que sea interesante. Y normalmente, no deben superar los 65 años, tal como me ocurrió la temporada pasada en el taller de encuadernación. Además, esta es una propuesta que me ha llegado sin que yo haya movido un dedo. A alguien le habían gustado mis ejercicios de traducción y les habló de mí a los responsables de este trabajo. Y ellos vinieron a buscarme. 5. Esta entrada está quedando demasiado larga. Pero no solo de placeres, pequeño o grandes, vive el hombre. Así que reseñaré aún otra historia de esta semana. El viernes tomé un vino con un señor inenarrable. Quedé con él en un bar que me gusta. ¿Y quién llegó? ¿Un señor normal, convencional, que puedas presentar a las visitas? No; llegó un personaje con la cabeza afeitada y fumando en pipa, creado por un guionista vengativo: “Soy nihilista y hermeneuta-fenomenológico. Me muevo entre Hus-serl&Heid-egger. Pasé cuatro años en el seminario de Tarragona y estudié un año de medicina. Luego di clase varios años, pero los alumnos me deprimían tanto que me fui a Berlín para vivir al límite. Porque lo necesitaba. Me atrae el inframundo, no para participar en él, pero sí como observador. Allí vino a rescatarme una vieja amiga y me llevó a Lisboa, donde aprendí alsaciano. Y, con ese bagage, desde allí me fui a ampliar estudios en Ibiza. (…) Yo es que ya me he acostumbrado a vivir con el dolor de estómago; tengo unas digestiones que pueden durar hasta 12 horas. Soy vegetariano radical porque me gusta ir contracorriente. -¡Qué particularidad tan especial! ¿Te has planteado si no serás también rumiante radical? Igual te duele el estómago porque estás sobreutilizando una de sus cuatro partes, quizá la panza. Pero ya sabes que también tienes a tu disposición el libro, el cuajar y la redecilla. -A mí, cuando alguien me invita a cenar, o bien cocino yo, o bien llevo mi fiambrera de casa. -Tú eres un comensal modelo.
-¿Qué esperabas de nuestro encuentro? -Pues si te soy sincero, que surgiera la chispa. Hablabas de que tenías sentido del humor, pero debe de haberse quedado en tu cocina preparando la fiambrera para tu próxima reunión social. Si no te importa, voy a montar en mi escoba para salir volando rumbo al planeta Tierra. Ha sido, de verdad… increíble. Nos vemos en el infierno.” 6. Para acabar, otro pequeño placer. Siempre disfruto descubriendo nuevas músicas. Hace poco descubrí a Win Mertens. Y esta semana le he prestado atención a una canción de Tribalistas: Velha Infancia. Está dedicada al protagonista del punto número 1: Você é assim Um sonho pra mim E quando eu não te vejo Eu penso em você Desde o amanhecer Até quando eu me deito Eu gosto de você E gosto de ficar com você Meu riso é tão feliz contigo O meu melhor amigo é o meu amor E a gente canta E a gente dança E a gente não se cansa De ser criança Da gente brincar Da nossa velha infância Seus olhos meu clarão Me guiam dentro da escuridão Seus pés me abrem o caminho Eu sigo e nunca me sinto só Você é assim Um sonho pra mim Quero te encher de beijos Eu penso em você Desde o amanhecer Até quando eu me deito Eu gosto de você E gosto de ficar com você Meu riso é tão feliz contigo O meu melhor amigo é o meu amor E a gente canta E a gente dança E a gente não se cansa De ser criança Da gente brincar Da nossa velha infância

sábado, diciembre 10, 2005

Zen

I “- Diga. - Le llama Vanesa Fernández, del departamento de marketing Telexanadú. ¿El señor de Gabón? - ¿Quién le ha dado mi número de teléfono? - Está en las páginas amarillas. Yo le llamaba para ofrecerle nuestra promoción de 128 canales de televisión, internet ADSL 60 megas, llamadas gratuitas y 4 visitas de nuestras profesionales del amor, todo ello por 100 euros mensuales. Es una oferta irrestible. ¿Le interesa? - No. Y tache mi número de sus páginas amarillas, por favor. ¿Cuelga Vd. o cuelgo yo? II - Diga. - Le llama Vanesa López, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿Está el señor de Gabón? - Sí, en coma, en el hospital. ¿Qué deseaba? - Quería hablarle de nuestras últimas ofertas en telefonía móvil, fija y combi. - Pues lo lamento mucho, pero ya le digo en qué estado se encuentra. Si quiere llevar su celo profesional hasta el extremo, puede acudir al Hospital Comarcal de 19h30 a 20h. No obstante, si despierta, puedo decírselo yo. III - Diga. - Le llama Vanesa Martínez, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿El señor de Gabón? - Sí, soy yo. - ¿Vd. tiene sus servicios de telefonía contratados con la compañía Aunesfuerzos, ¿no? - Mire, no voy a responder a preguntas retóricas. Consúltelo en la pantalla que tiene delante, y de paso dígame cuándo me toca ir al dentista. ¿Es que no tiene otra que hacer? - No tiene por qué ponerse ordinario, señor. - Mire, señorita, si quisiera ponerme ordinario, créame que lo haría. Yo a Vd. no la llamo a su casa para molestar. ¿Por qué lo hace Vd.? ¿Le he dado yo mi número de teléfono? Que yo sepa, no nos conocemos. - Es mi trabajo. - Pues su trabajo es una mierda. ¿Ve como puedo ponerme ordinario si me lo propongo? Y ahora, deje libre mi línea, si no le importa. IV - Diga. - Le habla Vanesa Cruz, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿El señor de Gabón? - Perdone, pero salgo en este momento de casa. - ¿Cuándo volverá? - Uf, un día, en el futuro. Gracias. V - Diga. - Le llama Vanesa Pérez, del departamento de marketing Teletel. ¿El señor de Gabón? - Sí, soy yo. ¿Nos conocemos? Le adelanto que no hablo por teléfono con desconocidos. De eso se ocupa mi abogado. ¿Conoce la firma de abogados Garrigues? Pregunte por el mío. Él le atenderá. Gracias. VI - Diga. - Le llama Vanesa González, del departamento de marketing Teletimo. ¿El señor de Gabón? - Está en la cárcel, por evasión de impuestos. ¿Qué deseaba? - Nada, bueno, ya llamaré en otro momento. - Sí, dentro de unos dos años, cuando obtenga el tercer grado. Lamento no poder resolverle nada, monada. VII - Diga. - Le llama Vanesa Rodríguez, del departamento de marketing Telestop. ¿El señor de Gabón? - ¿Quién es Vd.? - Vanesa Rodríguez, de Telestop. - ¿Y cómo ha sabido la hora a la que volvíamos de la India? Es que mi pareja y yo acabamos de adoptar una niña y acabamos de llegar a casa. Es preciosa. Si me da su correo electrónico, le envío una foto. Se llama Asha. Está muy delgadita, pero yo creo que en un par de meses se va a recuperar. Somos muy felices. ¿Tiene Vd. hijos? - No, todavía no. Solo tengo 25 años. ¿Le interesaría…? - Pues son una bendición. Acuérdese de que se lo he dicho cuando los tenga. Se me saltan las lágrimas solo con verla. O también puede adoptarlos. Hay muchos niños por el mundo necesitados de cariño. Y te devuelven mucho más de lo que tú les entregas. ¿Qué quería? - No, bueno, ya llamaré en otro momento. Enhorabuena. - Gracias. Bueno, como tiene toda la información sobre nosotros en su ordenador, puede pasarse a verla cuando quiera. (…) Una teleoperadora encantadora. (…) Perdone. Es mi novio, que no sabía con quién estaba hablando. Bueno, que pase una tarde fantástica, y gracias por interesarse por nosotros. Es preciosa mi hija. Tiene unos ojos negros...

sábado, noviembre 19, 2005

Yo me quedo con los Álvarez Quintero

Me tengo por alguien especialmente abierto a propuestas de variada índole que no interesan a los masa-media (en boca de Chus Lampreave), o que interesan solo a medios minoritarios. Normalmente, participar de ellas me obliga a hacerlo en solitario y a invertir un esfuerzo, por ejemplo, atravesar de parte a parte la ciudad o incluso tener que desplazarme a un pueblucho sin saber bien cómo volveré de allí a altas horas de la madrugada –no estoy motorizado. Durante años, he visto películas tan minoritarias que en algún caso fueron proyectadas solo para mí. He ido a ver algunas sabiendo por anticipado que no me iban a gustar, pero me daba pena de que no las viera nadie y entonces yo iba en solidaridad con todos los que han participado en ellas, porque sé que cuesta mucho hacer, y sobre todo estrenar, una película. He visto películas horribles (Jara) solo por ver un rato a Ángela Molina, mi actriz favorita, a Sharon Stone, a Jessica Lange o a Carmen Maura. Y he leído cómics presumidamente alternativos (y que no me interesaban en absoluto) o he visitado exposiciones decepcionantes para apoyar a mis amigos o conocidos. Y de todo ello luego me he convertido en combativo portavoz. Recuerdo que un día leí en la Agenda de un periódico que Leni Riefenstalh iba a participar dentro de un ciclo de un ciclo de conferencias organizado por una Asociación Feminista del barrio de Ventas, en Madrid. Claro, aquello me pareció algo insólito, un viaje en la máquina del tiempo, de la historia y de la momificación. Creo que fue por entonces cuando Leni, la pobre, a sus noventa y tantos años, acababa de salir ilesa de un accidente de avión. Y además, si habíamos llegado ya al estadio en que las marujas de barrio reivindicaban la figura de alguien como Leni, por su hiperactividad, sus innovaciones en el campo de los documentales deportivos, sus contactos con los negrazos de las tribus africanas más espectaculares, su poderío en la natación y su capacidad para salir más o menos indemne tras los coqueteos con Adolfito Hitler (q.e.p.d., nuevamente en boca de Chus L.), pues bien, si estábamos ya en ese punto, eso quería decir que habíamos recorrido un largo (y tortuoso) tramo del camino. Claro, llegué a aquella sede de la asociación, ubicada en una infame peluquería de barrio, muy cerca de la productora de Almodóvar, y allí Leni no había llegado ni tenía ninguna intención de hacerlo. Lo único que me encontré fue a una serie de marujas realmente militantes del look cabaretera, enfundadas en chándales, haciendo círculo en torno a una estufa catalítica. Comprendí de inmediato que la realidad no podía haber dado el vuelco que yo había imaginado de la noche a la mañana. Otro día me fui a ver una película cubana (Nada +) programada en un ciclo de cine hispano en unos cines que están en un centro comercial en medio de ninguna parte. Los horarios de autobús que te devolvían a la civilización estaban matemáticamente coordinados con los horarios del Carrefour del centro, pero no con los del cine. Así que cuando salí de la película, que me gustó bastante, me tuve que poner en la puerta para pedirle a un desconocido que me devolviera, por caridad, a terreno conocido. Pero a pesar estas y otras muchas experiencias, no aprendo. Así que el jueves pasado me fui a ver una obra de teatro que una amiga me había presentado como polémica y por supuesto muy minoritaria. Fui con ella, que conocía a alguien dentro del equipo artístico. Luego, una vez allí, encontré a más gente conocida. No voy a decir el título de la obra, y mucho menos voy a delatar al autor. Solo diré que hacía mucho que no había visto algo tan pretencioso como aquello. El escenario estaba compuesto por un breve andamio, cuatro focos en el suelo y dos pares de zapatos de tacón, uno a cada lado. En el fondo se proyectan una especie de grabados de primeros planos de dos mujeres. Las protagonistas son dos chicas en bragas y sujetador (con muy buena figura; que se atrevieran a salir así fue lo que más me gustó). En dos momentos de los 40 minutos de representación sale una violinista (que se podía haber quedado mucho más rato, la verdad). Las chicas empiezan a decir (o gritar) una serie de frases tan profundas como inconexas y abstractas (eufemismo para decir delirantes y pretenciosas hasta decir basta). Llegados a un punto, uno de los focos, a 20 cms. de ellas, que están tumbadas en el suelo a punto de enrollarse, empieza a echar humo. Y más humo. Y de pronto se ve una llamita. Claro, el murmullo en la sala es general. “Ese foco echa humo” "¿No ves que hay una llama detrás?". Algunos se angustian y, desde diferentes puntos de la sala, se levantan para pedirle a alguien que tome medidas antes de que todos salgamos ardiendo como teas. Y entonces, cuando un personaje le está metiendo mano al otro, se produce el mejor momento de la obra, que tiene lugar justo a mi lado. Mi vecina de asiento, vecina del barrio y, a lo que se ve, miembro de la asociación de mujeres, le pregunta a su compañera: - ¿Y eso qué quiere decir? - ¿A mí me lo vas a preguntar? ¡Vaya, para una cosa que estaba clara…! Por fin, apagan dos de los cuatro focos, cesa el humo y desaparece la llamita. Y entonces una de las chicas grita (o grazna): “Prefiero morir de SIDA que de ataxia”. Y es ahí cuando yo sufro una embolia y no me caigo al suelo porque estoy sentado. Cuando recupero mi ser, las chicas se callan y el público se mira entre sí sin atreverse a aplaudir, a patear el piso, a salir huyendo, o a lanzarse contra los responsables de semejante bodrio. Todo esto propuesto en un centro cultural de un barrio muy popular. Definitivamente, la realidad supera al porno. Si esto es teatro experimental, pues, en lo que a mí concierne, francamente estoy dispuesto a defender en televisión a los hermanos Álvarez Quintero.

domingo, noviembre 06, 2005

X

Como si me metamorfoseara en Silvia Jato (con su mismo pelo negro azabache y una sonrisa prácticamente del tamaño del buque escuela Juan Sebastián Elcano reforzada por unos ojos a punto de escapársele de las órbitas), con la X se me ocurren varias posibilidades: 1. “X es una letra del alfabeto que se presta fácilmente, o con gran dificultad, a este tipo de juego. Prometo no volver a intentarlo”. Tía Fran Lebowitz.
2. X, así de escueto, en consonancia con el número de personas que acudieron a ver la película, supuso el debut en la dirección de cine de un guionista: Luis Marías. El elenco de actores era más que interesante: Antonio Resines -muy trabajador-, Esperanza Roy –una de las grandes, siempre-, Roberto Enríquez –más que guapo-, Marta Belaustegui –que a la chita callando ya tiene un carrerón detrás-… Por desgracia para todos ellos –no para mí, que no tengo nada que ver en la producción-, nadie fue a ver esta película.
3. Por seguir con el mismo apellido, Marías, pero ahora Javier, de su libro Cuando fui mortal: “El dolor propio no es que se pueda, se tiene que soportar, pero lo que no se puede es pedir que asistamos al que se inflige a sí mismo el otro, porque nunca veremos su necesidad.” (…) “… el espectáculo de la adoración no es nunca agradable de contemplar, menos aún si el que adora es alguien a quien se tiene aprecio: inspira pudor, da vergüenza,…”.
4. Llámalo X. Es una muletilla de la que afortunadamente yo NO hago uso (teniendo en cuenta que hago uso de una infinidad de ellas: ay, no sé; fenomenal, para nada y… de altos coturnos). Cuando alguien me dice que llame equis a algo, me dan ganas de ir un poco más lejos y adherirlo a una de ellas. Si ya completan la orden con otras posibilidades: “… llámalo X, Y o Z", entonces me dan ganas de autoinmolarme en una cruz.
5. Al señor X de los GAL lo dejaremos por el momento en ese limbo en que se encuentra.

martes, noviembre 01, 2005

Without you

de Adrian Henry Without you every morning would be like going back to work after holiday, Without you I couldn’t stand the smell of the East Lancs Road, Without you ghost ferries would cross the Mersey manned by skeleton crews, Without you I’d probably feel happy and have more money And time and nothing to do with it, Without you I’d have to leave my stillborn poems on other People’s doorsteps, wappred in brown paper, Without you thwre’d never be sauce to put on sausage Butties, Without you plastic flowers in shop windows would just be Plastic flowers in shop windows Without you I’d spend my summers picking morosely over The remains of train crashes, Without you white birds would wrench themselves free From my paintings and fly off dripping blood into the Night, Without you Mothers wouldn’t let their children play out After tea, Without you you every musician in the world would forget how To play the blues, Without you you Public Houses would be public again, Without you the Sunday Times colour supplement would Como out in black-and-white, Without you indifferent colonels would shrug their shoulders And press the button, Without you they’d stop changing the flowers in Piccadilly Gardens, Without you Clark Kent would forget how to become Superman, Without you Sunshine Breakfast would only consist of Cornflakes, Without you there’d be no colour in Magic colouring books Without you Mahler’s 8th would only be performed by Street musicians in derelict houses, Without you they’d forget to put the salt in every packet of Crisps, Without you it would be an offence punishable by a fine of Up to 200 or two months imprisonnent to be found in Possession of curry powder, Without you riot police are massing in quiet sidestreets, Without you all streets would be one-way the other way, Without you there’d be no one not to kiss good-night when We quarrel, Without you the first martian to land would turn round and Go away again, Without you they’d forget to change the weather, Without you blind men would sell unlucky heather, Without you there would be No landscapes No station No houses No chishops No quiet villages No seagulls on beaches No hopscotch on pavements No night No morning There’d be no city no country Without you

martes, octubre 25, 2005

VAINICA DOBLE. ETERNAMENTE.

La mañana en que cumplí 28 años me levanté con una triste noticia: el día anterior había muerto Carmen Santonja. También ese día murió Carmen Martín Gaite -ambas eran amigas y, por ejemplo, la adaptación de la serie Celia, de José Luis Borau, las unió en televisión-, pero a ella, aunque tengo la idea de que también era alguien entrañable y en algún momento me adentraré en su obra, no la sentía cercana. En cambio, Carmen Santonja, aún sin conocernos en persona, era como alguien de la familia, alguien de quien me fiaba, una persona íntegra, con una mirada y una sensibilidad especiales que me acompañan desde hace casi 10 años. Una parte de su rica creatividad está recogida en más de cien canciones a las que recurro con frecuencia. Ella fue la mitad de mi grupo favorito, Vainica Doble. Se ocupaba de las letras y hacía los coros. La música la componía Gloria van Aerssen, que también ponía la voz. También es probable que trabajaran de otra forma. Existe un viejo libro dedicado a ellas escrito por Fernando Márquez. Está editado en la colección Los Juglares por Ediciones Júcar. Es de 1983. El texto carece por completo de estilo, pero ofrece datos interesantes que no habríamos conocido de otro modo. Y es que Vainica Doble decidió llevar una carrera musical errática porque detestaban hacer promoción. Y dar conciertos: Gloria se ponía casi enferma. Según me contó ella, cuando Miguel Bosé inauguró en TVE su interesante programa musical Séptimo de caballería, las llamó para dedicarles el primer programa. Habría sido un bombazo. O por lo menos un bombazo para mí, que es lo que cuenta. Ellas, en su línea, volvieron a decir que no. Odiaban aparecer en televisión, y para los otros medios concedían las entrevistas mínimas. Claro, las casas de discos se ponían de los nervios, y casi han tenido una diferente para cada disco. Y el gran público no las conoce. Pero una vez que las has descubierto, una vez que te han contado su primera historia, ya no quieres dormirte sin escuchar la siguiente. Y otra más. Y otra. Se convierten en una compañía para siempre. Había oído hablar de Vainica Doble, pero nunca las había escuchado. Permanecían –como sigue ocurriendo ahora- como patrimonio de un reducido grupo de seguidores incondicionales, muchos de los cuales son más que conocidos; Fernando Márquez, el Zurdo, incluyó un comentario de algunos de ellos en su libro. Me refiero a Jaime Chávarri, José Manuel Caballero Bonald, Luis Eduardo Aute, Jaime de Armiñán o Luis de Pablos. Curiosamente, tuvieron una cierta popularidad por delegación: Sergio y Estíbaliz hicieron versiones de dos de sus canciones, Déjame vivir con alegría y Un siseñor con las patas verdes. Cuando yo descubrí sus canciones, sus discos no existían en las tiendas. Tenía un par de casetes que me había grabado el amigo de una amiga. Un día encontré por azar en el Rastro un casete original de El eslabón perdido. Pero a los pocos meses –oh, maravilla- se reeditaron en CD varios de sus discos, y el primero que me compré fue Heliotropo. De este disco, las canciones que más me gustaron enseguida fueron El pabú –que no tenía ni idea de lo que era; luego me enteré de que así llamaban en Madrid a los primeros coches de motor, y había otros más grandes a los que llamaban haiga- y la Habanera del primer amor. ¡Qué milagro descubrir algo que llega a emocionarte, algo que te lleva por un camino mágico poco a poco, algo que vas comprendiendo enseguida, algo que capta tu atención! Es un claro reflejo del genio del artista, y un ejemplo de la comunicación. Luego fueron apareciendo otros discos y los fui comprando. Intentaba darlas a conocer en mi círculo, con escasa fortuna, debo confesar. Intentaba hacerles aprender a los pequeños de la casa algunas canciones como Guru Zakun Kin Kon, que me parece una canción hermosísima que refleja muy bien el espíritu colonizador y agresivo de gran parte del género humano, y que renueva las ganas de emigrar a Venus, o La ballena azul. Tengo que admitir que no lo he logrado, y a estas alturas he tirado la toalla. Y me he pasado muchos años preparando el arroz de los domingos mientras cantaba del derecho y al bies: “- Siempre que vuelves a casa me pillas en la cocina embadurnada de harina, con las manos en la masa.
- Niña, no quiero platos finos, vengo del trabajo y no me apetece pato chino. A ver si me aliñas un gazpacho con su ajo y su pepino.
- Papas con arroz, bonito con tomate, cochifrito… ” Es la banda sonora del programa de los 80, pionero en su género, presentado por Elena Santonja: Con las manos en la masa. Junto a Gloria canta Joaquín Sabina. Me emocionó escuchar una canción dedicada a un niño mariquita: El rey de la casa, basado en un referente con nombre y apellidos, un vecinito de un veraneo en Galicia. En Navidad, junto a un villancico de La Macanita, que aparece en Flamenco de Carlos Saura, en casa cantamos el ¡Oh, Jesús! Y muchos días de soledad la banda sonora de mi vida la marca una canción que se llama Un metro cuadrado. No se necesita mucho más de lo que dice esta canción para ser (modestamente) feliz: una guitarra, los cuentos de Calleja, una parra que te dé sombra: “… que la gente sepa que todo eso es mío y nadie se atreva a entrar sin permiso… Un metro cuadrado sembrado de hierba… un libro en las manos, con estampas viejas, sus cantos dorados, cuentos de Calleja… Sobre mi cabeza se ve el cielo mío, todo el cielo propio, y podré mirarlo sin pedir permiso con un telescopio…” Cuando ya creía que había escuchado todo lo que tenían publicado hasta entonces, encontré un disco que me faltaba: Contracorriente (1976). Lo escuché en la terraza, al sol, una mañana mientras desayunaba, y se me hizo un nudo en la garganta que luego se transformó en un llanto de alegría cuando descubrí una canción desconocida preciosa: Eso no lo manda nadie, una adaptación de una canción popular instrumentada con un sitar. Todo lo que dice la canción es: “Y a mí me podrán mandar a servir a Dios y al rey, pero quitarme a tu persona eso no lo manda nadie” Y están las Cartas de amor, y Taquicardia: “Doctor, hágame un electrocardiograma porque tengo delicado el corazón. Ay, qué palpitación, cómo late mi corazón. Sístole, diástole. ¿Dónde está ese médico de guardia para que me cure esta taquicardia?” Y está, por supuesto, Pasos en falso, que refleja perfectamente lo que yo hago a cada momento. "Por intentar detenerte, voy dando pasos en falso. No me acostumbro a perderte, pero todo lo que hago tratando de evitar tu alejamiento es un desesperado y triste intento".
O la historia de Mi alumno, el flirt entre una profesora de piano que se pone atómica con su joven alumno, que tampoco le va a la zaga. La funcionaria ilustra el estado en que se encuentra medio país, aquellos que desearon ser funcionarios y luego se vieron sepultados entre legajos. (Otros tiraron por la calle de en medio y se han pasado la vida sin dar un palo al agua; en todas partes los hay demasiado listos). Carlos Berlanga hizo una versión de esta canción que aparece en su disco Indicios. Ellas le hicieron los coros, y quedaron muy contentas con el resultado. No es nada sencillo hacer una versión decente de una canción de Vainica Doble. (Sin embargo, me parece bastante digna la versión de Marcela Morelo de la Habanera del primer amor). Después de 13 años sin grabar, en los que siguieron componiendo bandas sonoras para Jaime de Armiñán, entre otros, y canciones para Luz CasalRufino es una canción de Carmen Santonja; y con Lo eres todo ganaron el premio Ondas a la Mejor Composición; Gloria me dijo que para entregarles el premio se acordaron de avisarlas la noche anterior, y que tenían que coger un avión hasta Barcelona, así que pasaron del premio- , en 1997 se produjo todo un acontecimiento: Vainica Doble sacaba nuevo disco. Lo titularon Carbono 14 –por entonces rondaban los 65 años: estaban perfectas para someterse a esta sencilla prueba-, y la casa de discos lo presentó por todo lo alto en el Palacio de Gaviria de Madrid, con el Gran Wyoming como maestro de ceremonias. A ellas no les quedó más remedio que asistir. Pero se arrepintieron de volver en aquellas condiciones: Gloria contaba que los de la discográfica le exigieron que gritara, en lugar de cantar, y “está todo muy ordinario. Además, se tenía que oír a los colaboradores, a Fulanito, al novio de Fulanito, etc”. Incluye una versión del ¡Oh, Jesús!, con bastante presencia de Miguel Bosé, algo que se podría haber ahorrado: un hermoso villancico descuartizado. En cambio, la versión de Lo eres todo, con Alejandro Sanz, más aflamencada –antes de que llegara a Luz, esta canción estaba escrita para Manzanita- me gusta mucho. Hay que citar a Paco Clavel, quien en 1988 tuvo el lujo de grabar una divertida canción firmada por Vainica Doble, La chinita de Shanghai, canción para la que además Gloria y Carmen tuvieron la generosidad de hacerle también los coros -una versión por las propias autoras está incluida en En familia-. Paco Clavel, presente en los coros de Juncal, organizó en el Círculo de Bellas Artes una exposición de homenaje a Vainica Doble con obra pictórica de amigos artistas de ellas. Con la exposición se editó un disquito, Miss-Labores, con 5 canciones, una nueva -sonrojante-, y cuatro procedentes de series de TV de los 70. Vainica Doble ejerce un claro influjo sobre muchos grupos posteriores, algunos muy conocidos como Mecano, quienes cambiaron “la sonrisa Profidén” de Vainica por “la cara vista es un anuncio de Signal", y el Ay, quién fuera a Hawaii se convirtió con Mecano en Hawaii-Bombay. Y a finales de 2000, seis meses después del fallecimiento de Carmen, salió En familia. El pintor y Dices que soy son dos canciones preciosas. Es un buen cierre a una carrera de calidad que podría haberse desarrollado de otro modo. Gloria quedó muy satisfecha con las condiciones de trabajo con Elefant Records. Y paso por alto la obra pictórica que han dejado y los cuentos que Carmen publicó. Vainica Doble es sin duda una gloria nacional y merece un gran homenaje.

domingo, octubre 16, 2005

Universitarios.Cara y cruz

1. El otro día estaba reunido en casa con un grupo de universitarios veinteañeros de diferentes ingenierías. Era viernes por la tarde y preparaban el plan para esa noche y para el fin de semana. ¿Botellón en la cochera de Fulanito? No, eso ya lo hicimos la semana pasada. Y la anterior. Y la anterior. ¿Feria en la Ciudad Funeraria? Buf, ¡qué pereza! El sábado pasado ni siquiera pudimos aparcar el coche: el recinto ferial y aledaños estaba petado. Tuvimos que dejar el coche en el otro extremo de la ciudad. Si acaso, mañana; yo hoy estoy destrozado. Solo tengo ganas de llegar a casa, ducharme y acostarme. Este era más o menos el discurso –con algunas traducciones mías porque no logro recordar los términos exactos de ese enigma que usan por lenguaje- cuando uno de ellos recibió un mensaje de texto de un amigo universitario que preguntaba si ya tenían planes. El joven presente se apresuró a mostrarme el SMS, y me quedé atascado en la primera palabra: no sabía ni pronunciarla: “Holle” Cuando me explicó lo que significaba, abandoné el salón y fui a encerrarme detrás de unas cajas, en una habitación oscura que guarda los restos de la última mudanza. ¡¡¡¡¡Oye!!!!!
Con “holle” lo que quería decir era simplemente oye. Me he pasado todo el fin de semana detrás de una caja de cartón intentando recuperar la confianza en la vida y en el género humano. Hasta que por fin María de Rumaniadébordée de travail; desde aquí te envío mille tendresses et bon courage- me rescató de mi exilio invitándome a cenar con ella y su familia en el Palacio de Invierno de la Cité Funéraire. Y volví a reconciliarme con el mundo gracias a ella. (Antes de que acabe la feria les contaré la pasión gavilánica y, sobre todo, por la bota blanca que observamos allí. Era algo realmente nauseabundo. Llegamos a la conclusión de que la bota blanca no se hace, se nace).
Pero centrándonos de nuevo: ¿no creen Vds. que entre “holle” y la vuelta a la caverna no media más que un paso? Les ahorro los detalles de otras perlas ortográficas de este joven universitario; podría sufrir un colapso. 2. A clase de lingüística ha venido un japonés de unos 30 años que adora la guitarra española. Como percibió que el resto de sus compañeros se conocían, pidió permiso al profesor para presentarse delante de todos. “Me llamo Isachi, como Isabel. Vengo de una ciudad del sur de Japón. Allí he estudiado medicina, pero he venido a España para estudiar filología hispánica. Podéis preguntarme sobre medicina, musculación y dietética. A cambio a mí me gustaría aprender catalán o vasco. ¿Hay algún vasco en la clase? ¿Hay algún catalán? …” Supongo que estos dos ejemplos, a los que podría añadir muchos más casos particulares que conozco, ilustran perfectamente que cualquier detalle de la vida tiene su cara y su cruz, y que el relativismo (y, sobre todo, los Grandes Amigos como María) te puede ayudar a sobrevivir en un momento dado. De lo contrario, yo estaría ahora mismo dejando para la posteridad una bonita camisa de serpiente detrás de una caja de cartón.

lunes, octubre 10, 2005

Torrente

Se ha estrenado Torrente III. ¿Alguien no se ha enterado? No lo creo; yo también me he enterado, pero desde aquí declaro que NO viviré la experiencia de ver esa película ni aunque me amenazaran con un hierro candente. Ya estoy suficientemente marcado por haber caído en la trampa de ir a ver la primera parte, cuando era Torrente a secas, y por nada del mundo desearía tener que invertir unos cuantos meses en recuperar la estima por la vida que nos ha tocado vivir. Torrente, el brazo tonto de la ley se estrenó en 1999 y fui a verla el día del estreno: Santiago Segura había logrado durante las semanas precedentes que me interesara por una película que recuperaba a Tony Leblanc, y en la que también intervenía la hoy casi retirada Chus Lampreave. Fui solo y a los 10 minutos de película tuve la primera arcada, y no es una forma de hablar. Podría haber vomitado perfectamente encima de mi vecino de asiento y haber logrado allí mismo una agresión moral, cuando no directamente física. Francamente, una película que me provoca arcadas no entra dentro de mis preferencias, sino que encabeza la lista de Películas que Desaconsejo Vivamente. En la siguiente escena en la que realmente podría haber arrojado hasta la primera papilla, decidí no poner mi vida en riesgo y aproveché para consultar el reloj: todavía quedaban 45 minutos de bodrio insufrible, que, por otro lado, al parecer hacía las delicias de una sala llena. Lo único que salvo de la película fue la sorpresa de descubrir que uno de los camilleros era Carlos Berlanga: total, 30 segundos escasos de metraje. Como cualquiera puede comprender no es un argumento suficiente. Así que perínclito Santiago Segura, puedes vivir tranquilo de que NO veré tu película ni aunque me pagaras por ello. Es la misma política que ya he practicado con Torrente II y con montones de películas que me parecen basura reciclada sobre celuloide. En esta ocasión, Santiago Segura decidió convocar a la prensa antes del estreno sin mostrarles la película, una medida que justificó como una forma de evitar la piratería, su gran obsesión, pero que irritó a los periodistas. Las críticas más suaves que he leído después califican el film como subproducto, algo que todos sabemos. Dicho esto, la película ha roto la taquilla, y desde luego va a contribuir a alterar considerablemente la raquítica cuota de pantalla del cine español. A ver, cada uno puede ver la película que le apetezca, faltaría más, pero se me abren las carnes –y me deja la preciada piel de serpiente hecha unos zorros- solo con pensar que productos infames como este –según los críticos que la han visto, que afortunadamente, repito, no es ni será mi caso- son los que triunfan. Esta película es española, sí, pero, como la mayoría de norteamericanas, fagocita a otras 30 películas de nacionalidades diferentes que son realmente interesantes y pasan por la cartelera sin pena ni gloria. Ayer vi Otros días vendrán, de Eduard Cortés, y me daría pena que no tuviera una cierta repercusión. Me pareció interesante, aunque no sea redonda. Y tengo pendiente El método, de Marcelo Piñeyro, un director que nunca me defrauda. Y Holy Lola… En realidad, debería haber hablado de estas películas, en lugar de hacerle (más) publicidad a Santi, que es lo que estoy haciendo. Pero es que me venía bien para escribir una entrada con la T. En realidad, estoy glosando una experiencia personal directamente ligada al clásico de la Sabia y Querida María de Rumania Tiene un trauma con T de Telva.
O podría haberme quedado simplemente con la definición de la RAE, a saber, TORRENTE (Del lat. torrens, -entis): 1. m. Corriente o avenida impetuosa de aguas que sobreviene en tiempos de muchas lluvias o de rápidos deshielos. 2. m. Curso de la sangre en el aparato circulatorio. 3. m. Abundancia o muchedumbre de personas que afluyen a un lugar o coinciden en una misma apreciación, o de cosas que concurren a un mismo tiempo. ~ de voz. 1. m. Gran cantidad de voz fuerte y sonora, algo que me vendría muy bien para Triunfar Al Fin.

sábado, septiembre 03, 2005

Samedi soir sur la terre

Samedi soir sur la terre es una preciosa canción de Francis Cabrel que cuenta simplemente una historia de amor. Otra más, entre las muchas que se cuentan. Pero con estilo. El disco, que lleva el mismo título, está muy bien. Salió en 1993. Incluye una canción titulada Octobre de la que Luz Casal hizo el año pasado una versión igualmente bonita.
¿Y qué es el estilo? Pues el estilo está en todo lo que a mí me habría gustado escribir antes de que lo hicieran los demás. Sencillamente. Todo lo que aborrezco carece por completo de estilo; sin ir más lejos, la mayor parte de las páginas en las que se malgasta el papel hoy. Por no hablar de los locutores de radio que siguen utilizando “en esta nueva singladura”, “en nuestra andadura” o “espectáculo dantesco”. O que presentan a un invitado diciendo: “Hoy vamos a hablar con Fulanito. Y no solo vamos a hablar con Fulanito, sino que también vamos a hablar de Fulanito”. En estos casos y en otros igualmente graves –por ejemplo, en cualquier línea firmada por Andrés Cárdenas o por Juan Cruz-, la falta de estilo debería acarrear inmediatamente la actuación judicial de oficio e inhabilitar para cualquier tipo de manifestación pública.
Pero en medio de tanta mediocridad, uno lee trabajos bien hechos, trabajos para los que sus autores se han tomado la molestia de documentarse y de saber primero de qué tenían que escribir. Y, entre esos trabajos, este samedi soir sur la terre he leído un artículo de Rosa Aneiros titulado La manzana que mordió Adán (“El País", 29 de agosto) sobre la figura del escritor gallego Eduardo Blanco Amor. De Blanco Amor no he leído nada, aunque ya lo tenía en mi lista. Ahora será el primer autor que buscaré en la librería el lunes.
El otro texto que me ha gustado es una entrevista a Gore Vidal. A Gore Vidal, quien afortunadamente ya tiene casi listo su segundo volumen de memorias, le gusta explotar su faceta de provocador, una etiqueta que lleva con cierta jactancia. Por eso para él EUA significa Estados Unidos de Amnesia, y a denunciar estas siglas se dedica desde el 11-S. También dice que Freud ha hecho un mal irremediable a la literatura americana, un hecho al que respondió Saul Bellow con su obra El último análisis, una pequeña obra maestra hilarante.
“Creo que mi país comienza a parecerse a una teocracia. A través de la televisión, los evangelistas recaudan fondos considerables que invierten enseguida con el fin de elegir oscurantistas retrasados. Como no hay sistema de educación pública, la gran mayoría de mis conciudadanos son de una ignorancia que da miedo. No saben dónde está Irak. (...) El país pertenece a un puñado de hombres que controlan los medios. Tome General Electric. Produce armas nucleares para el Pentágono y posee la cadena de cable NBC News. Ahí hay un aparato de censura sofisticado....”
“La democracia es algo que Norteamérica nunca ha practicado realmente”.
- “Dentro de cien años, ¿qué le gustaría que leyeran los estadounidenses, sus novelas o sus ensayos?
- El alfabeto. Me conformo con que sean capaces de leer el alfabeto. No soy muy ambicioso"
En fin, no es que ahora pueda escribir una historia de amor este sábado por la tarde –ni con estilo ni sin él-, pero me consuela encontrar entre los papeles que guardo de toda la semana otras historias que me hacen mirar adelante y volver a creer que no todo está perdido, que no todo es tan feo y, sobre todo, que siempre habrá quien tenga cosas interesantes que decir. Quiero tener un recuerdo para todas esas personas, negras y pobres en su mayoría -y también para los que no lo son, claro-, que lo han perdido todo en Nueva Orleans y otras ciudades cercanas. Que pase algo así en Haití, bueno, a nadie sorprende ya, pero que pase en el país más rico de este mundo es casi increíble. Pero las fotos y las crónicas están ahí.

martes, agosto 30, 2005

Rizar el rizo

- Chica, ¿y ese anillazo? - ¿Te gusta? Es mi tía Práxedes. Murió hace un mes. - (...) - Sí, como te lo estoy diciendo. Te lo hacen en la funeraria. Para mausoleo, como ella quería, no dejó dinero suficiente. Morirse es carísimo, ya lo sabes; no todo el mundo puede permitírselo. Y un nicho nos parecía algo demasiado impersonal, como de fábrica en serie. Horrible. Así que bueno, tampoco la íbamos a tirarla al cubo de los restos orgánicos. Hemos recurrido a lo más práctico, que era incinerarla, y de paso, por un poco más, nos han ofrecido devolvérnosla en este pedrusco. Es un diamante de un quilate, que se dice pronto. Si hubiera sido un poco más gruesa, habría dado también para un colgante a juego. - Pero ¿quién os ha ofrecido eso? No entiendo ni una palabra. - Pues la funeraria; Emucesa, si quieres más detalles. Y en concreto una chica con mechas que no dejó de masticar chicle en todo el tiempo que estuvo hablando con nosotros. Pero las mechas no tienen nada que ver, ¿eh? Bien, al parecer las empresas de servicios funerarios de mi ciudad no quieren quedarse atrás en lo que se refiere a estar al Último Grito en Innovación. Lo desconozco todo sobre los entresijos de las empresas que cubren el arco de Servicios-que-empiezan-aquí-y-terminan-en-el-Más-Allá, pero me hago una idea por tres razones: 1. Vivo justo enfrente de Funerarias S.A, y sé que esa gente no se conmueve ante un difunto, a menos que estemos hablando de Cifras Respetables. Además, lo tienen todo recubierto de mármol de Macael; sospecho que solo les falta las fundas dentales; 2. Soy un fan de la serie A dos metros bajo tierra (Six feet under); y, sobre todo, 3. He leído Los Seres Queridos (The loved one) del gran Evelyn Waugh.
Por ello me reafirmo en mi sospecha de siempre: morirse es un lujazo que no está al alcance de todo el mundo. Y aquí es donde, en mi opinión, cobra sentido esta novedosa aportación –al menos para Granada- de la empresa municipal de cementerios y servicios funerarios: si te reconviertes en diamante, te puedes pagar tu propio tránsito. No está mal, ¿no les parece? El diamante debe de costar caro porque será único, claro: tía Práxedes no hay más que una.
Y luego están los sentimientos, que también cuentan. En el prospecto explicativo aclaran, textualmente, que se trata de una forma de “materializar el recuerdo de los allegados y llevarlos para siempre consigo, engastados en una anillo o en un colgante”. De este modo, se podrá permanecer unido al ser querido “sin límite de tiempo ni lugar”. Ante esta afirmación no sé qué aducir.
Aprovecho la ocasión para darles una alegría a los partidarios de la cirugía plástica –partidarios que deberían cambiar de opinión ipso facto solo con ver una foto reciente de Burt Reynols-. Pero bueno, como hay personas que necesitan algo más que pruebas, Emucesa sigue apostando por la cirugía, vivo o muerto. Y ha habilitado un interesante taller de tanatopraxia, cirugía estética de recomposición de cadáveres para “poner más bello al muerto”. Si el sueño de tu vida era ponerte la nariz de Nati Abascal –la operada, claro, no la que sacaba en Bananas, de Woody Allen- y no te dio tiempo, ahora con Emucesa puedes hacerlo realidad en tu Viaje-sin-fin. Emucesa puede ponerte la nariz de Nati. O 20 narices más si lo dejas bien claro en tus Últimas Voluntades. Emucesa es así: toda innovación tiene un sitio en esta empresa.
Y me imagino que recibirán toda idea o sugerencia con los brazos abiertos.

miércoles, agosto 24, 2005

¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?!

Recurrir al título de un libro, de una película o incluso de una marquesa viuda con fama de felatriz, podría parecer un tópico –de hecho, lo es-, pero la vida tiene a veces momentos tan cutres que recurrir a los tópicos es solo guardar un poco de coherencia para impedir que todo a tu alrededor salte por los aires. ¿Qué he hecho yo para merecerme tener que pasar 15 minutos viéndole la cara al artista que aporrea el cajón flamenco justo debajo de casa entre las 21h y las 23h? Pues no lo sé; tal vez, simplemente desear cobijarme debajo de un techo con unas bonitas vigas de madera, un gran recibidor, dos salones y seis balcones, tres que dan a un patio andaluz con su fuente (seca) y plantas que han conocido mejores tiempos, y tres que dan a la calle, con su bonita Funerarias S.A. enfrente, su iglesia de la Encarnación un poco más abajo, una casa en su justo punto de decadencia en la otra esquina de la plaza y que tiene un pequeño torreón en el que yo instalaría un agradable estudio. En la calle, además, un día a la semana instalan el mercado, con sus puestos de salazones, de quesos, de especias, de dulces, de ropa (a la que tendré que enfrentarme posteriormente sin poder plantear preguntas tan básicas como “¿Por qué?” o “¿Cómo te has atrevido a cruzar la puerta de tu casa así?”), de frutas y de los más variados e imaginativos artilugios.
Además, al final de la calle hay un parque, una heladería –aunque los mejores helados para mí seguirán siendo siempre los de Iglú, a unas cuantas horas de avión de donde me encuentro-, una divertida tienda de comidas y un palacio en ruinas.
En estos días, me gusta levantarme temprano porque cuando lo hago ahora ya no es de noche; está amaneciendo. Dentro de poco, todavía será de noche y lo llevaré bastante peor. Agradezco cada día cruzar esta plaza a pleno sol para dirigirme a la oficina, que está en un ático desde el que hay una vista bonita (sin ser excepcional), y en ese camino hago la previsión meteorológica del día. Estoy llamado a convertirme en el Paco Montesdeoca –citado con todo el cariño, claro- de esta miniciudad. Yo que odiaba hablar del tiempo, ahora me veo obligado a dedicarle unos cuantos minutos diarios e incluso ir más lejos: “Una mañana más el sol es el protagonista absoluto del cielo sobre Berlín. Se esperan vientos flojos de componente Norte hacia el interior. Temperaturas en ligero ascenso. La máxima prevista para hoy es de 35 grados, de los que ya hemos alcanzado 18”.
En este trabajo puedo tratar las cuestiones que estime oportunas, puedo aprovechar para plantear las preguntas que siempre quise hacer –excepto las citadas más arriba- y nunca me atreví; puedo incluso permitirme una cuota de ironía suficiente porque no tengo ningún compromiso adquirido (por ahora), etc, y estoy explorando un lado (nada salvaje) de mi vida. Y a ello le dedico casi toda mi energía últimamente. (Sobra decir que perdería el tiempo si me reservara un poco para la noche).
Pero al llegar a casa por la noche no quiero sentir que cruje el suelo que piso porque abajo están haciendo ruido ensordecedor que me impide tener una conversación por teléfono, escuchar lo que cuentan los informativos o leer a Cervantes. Ellos lo llaman arte, pero yo soy más prosaico y lo identifico como tronidos, zumbidos, jaleo, escandalera, contaminación acústica e incluso tapage, chahut o brouhaha. No voy a reproducir el tête-à-tête que tuve anoche con el sujeto citado, pero supongo que si no se aviene a razones –es decir, que concluya de ser tan creativo y tan artista debajo de mi casa a las 22h en punto, y todavía tiene que agradecerme el detalle de no ser mucho más resolutivo y exigir que mientras yo esté allí tendrá que respetar los límites permitidos de decibelios- pues tendré que ampliar mi círculo social con el personal policial de la ciudad. “¡Ah, un uniforme! ¡Qué gran idea!” (F.L.)

jueves, agosto 18, 2005

Paripé

Esta entrada debería estar dedicada a PARÍS, que como escribió Vila-Matas, no se acaba nunca.
También podría llamarse Pasos perdidos, que es el título de una película de Concha Velasco -que no he visto- y también la mayoría de los que yo doy. Me da vergüenza volver al cabo de tanto tiempo y, en lugar de contar cuánto quiero a mi familia viperina y a mis amiguitos los áspides, o unas vacaciones en Zanzíbar, ponerme a sumar desastres a los que ya leemos cada día como los incendios forestales o los recientes accidentes de avión.
Pero me temo que mis cursillos acelerados de arte dramático no me aportan suficientes recursos como para seguir haciendo el paripé durante un rato más hoy. Mañana ya veremos. Y es que:
1. La gente analfabeta ostenta puestos en los que se toman ciertas decisiones, y en algunos casos además son maleducados;
2. Cuando alguno de estos que deciden no reconoce la diferencia entre vigésimo y veinteavo, o sitúa a Chipre en Sicilia -supongo que en ese caso Sicilia será una de las islas Bermudas- , y tú estás en la misma habitación, indudablemente te has equivocado de sitio;
3. Si la halitosis de tu jefe ocupa un puesto en la oficina, quizá sea ahora el momento de operarte por fin de sinusitis. Ya no tienes que recurrir a la anestesia, con lo molesta que dicen que es. Ah, y por supuesto también puedes prescindir para los restos del rizador de pestañas;
4. Si la gente te cuenta las pesadillas de su hermana pequeña justo después de decir "Hola", empieza a correr y no pares mientras te queden fuerzas;
5. Si todos tus deseos se concentran en pronunciar la siguiente frase: "Me pareces grotesco", pues está claro que debes de plantearte tu vida de la A a la Z.
No prometo nada, pero me gustaría recuperar la sana costumbre de volver a escribir a diario.
¡Feliz fin de semana!
Hoy todos los besos van hacia Chicago.

miércoles, julio 13, 2005

Ojeras

Tras varios días en los que mi vida se ha caracterizado por algo así como un constante más-que-amor-frenesí, hoy por fin he podido sentarme un minuto frente al espejo y llegar a algunas conclusiones escalofriantes. Por ejemplo, que pienso aprovechar cada instante que esté al alcance de mi mano para dormir. Un carpe diem centrado en el sueño –y de paso en los sueños-. Y es que mientras repasaba los ítems del día, que pasan por un frenético tête-à-tête sin compasión con todas las fuerzas vivas locales habidas y por haber, he reparado en que mi antigua cara de manzanita golden se ha esfumado. Vamos, las ojeras se han apoderado de ella hasta tal punto de que podría hacerme un kimono con ellas. Este es el estado actual de mi cara, que justificaría un congreso dermatológico internacional. Lo cierto es que siempre he sido un fan de las ojeras. Pero en las caras de los demás. Alguien con ojeras, en cualquier latitud, tiene grandes posibilidades de llevarme al huerto. Podrían haberlo hecho fácilmente –hace unos años, dicho sea de paso- Agustín Díaz Yanes, Benicio del Toro o Jeremy Irons, entre ellos. Entre ellas, la Pilar Bardem de hace al menos una década. Y gente anónima con la que me cruzo cada día por la calle. A mí el look yonqui –contenido, claro está- me gusta, qué le voy a hacer. Pero reconozco que no es la tónica general. Al menos entre el círculo en el que me muevo, en el que el valor de una piel-piel no tiene precio. Y claro, aunque me quiero mucho a mí mismo, va contra natura caer rendido ante mis propios pies. Así que hoy he tomado dos determinaciones: dormir más e invertir una parte sustanciosa de mi exiguo salario en cosmética. Lo que va a empezar por un tratamiento de choque que combina ambas medidas y que consiste en dormir con sendas rodajas de calabacín en los ojos. Toda una experiencia. Las ojeras tienen los días contados. Al menos en mi cara.

domingo, julio 03, 2005

estreÑimiento y sueÑos

Pues tengo que disculparme ante Vds. por varias razones. En primer lugar, por haber desaparecido durante una semana sin explicación previa. Y, en segundo lugar, por ofrecerles ahora una explicación digamos (otra vez) escatológica. Al final podré sacar un pequeño monográfico con este asunto que, por otro lado, representa la pasión desaforada de algunos. En efecto, la letra eñe me ha mantenido estreñido durante una semana. Con auténtica saña, añadiría yo. No sabía cómo afrontarlo, y lo he somatizado replegándome sobre mí mismo de tal manera que las consecuencias podrían haber sido fatales. A pique he estado de convertirme en una Carmen Balcells II incapaz de franquear el umbral de mí casa; incluso he llegado a pedir catálogos de chaises longues. Fran Lebowitz en su Abecedario de resoluciones para el Nuevo Año… para los demás no tuvo el menor reparo en saltarse esta letra. Pero es que ella no la necesita. Y yo sí. Y además, desgraciadamente, yo no soy Fran. Así que ella pasó del “Nunca antes de que llegue el éxito pienso vestirme de gala” directamente a “Ostensiblemente, las frambuesas, aun fuera de estación, no son una sustancia controlada. En mi condición de propietaria de restaurante, tengo acceso fácil y legal a ellas. Seré más generosa” sin que le temblara el pulso. Y yo no podía permitírmelo. Porque sí: yo necesito esta letra para, por ejemplo, desmontar las artimañas y añagazas de un miembro de la clase activa especialmente beligerante en confundir sinceridad con impertinencia. No quiero entrar hoy en detalles para no recaer en mi antiguo mal. Y también la necesito para seguir creyendo en los sueños, que junto con los recuerdos y la imaginación, abren el sorprendente camino de la aventura. Así que bendita sea la eñe, a pesar de todo. Y ¡benditos sean los laxantes!, dicho sea de paso.

domingo, junio 26, 2005

Novocaína

- ¿Por qué no haces el favor una vez siquiera de dejar la dentadura postiza donde no sea lo primero que tenga que ver cada mañana al lavarme la cara? ¿Tanto trabajo te cuesta? ¿Es que no hablo un español que se entienda o te lo tengo que decir por señas? Tu prótesis dental no es lo más agradable de ver según me despierto. ¿Podrías hacer el favor de metértelo en la cabeza o es que el tinte te impide memorizar cualquier cosa? No tienes edad todavía de haber perdido ya la cabeza. - Mira, lávate la cara o lo que te tengas que lavar y déjate de monsergas. Por cierto, se me olvidó decirte anoche que llamó tu hermano. Tan loco de remate como siempre. ¡Qué familia! Yo no sé cómo lo aguanta esa mujer. Desde luego que se tiene ganado el cielo. Pero, vamos, un palco es lo que se tiene ganado esa mujer. ¿De dónde habrá salido? Me cuesta creer que todavía hoy día haya buenas personas. Solo con que demostraran que no se trata de una alucinación debería valer como prueba milagrosa de santidad. ¡Qué abnegación! Es que tiene que tener un fondo de masoquismo… - Bueno, ¿me vas a decir para qué llamó mi hermano o vas a seguir con el mismo rucurrucurrucu de todos los días? Es que si es así, me voy duchando mientras. - Un momento: espera a que coja mis dientes, que no consiento que me vean sin ellos. Mi madre, mientras que tuvo todo su conocimiento, ni una vez siquiera nos ofreció el espectáculo de verla con los labios metidos en las encías. ¡Eso está feísimo! - ¿Insinúas que mi madre sí lo ofreció? Además, el único que podría quejarse soy yo, y yo ya estoy curado de espantos: te tengo vistísima. Me voy a duchar. A ver si hoy sale el agua caliente. - Pues yo siempre me ducho con agua caliente. Debe de tenerte manía la ducha. De todas formas, no es cuestión de agua, caliente o fría. Los estragos de la naturaleza requieren soluciones más drásticas. - ¿Drásticas? ¿Dónde has aprendido esa palabra? ¿En la teletienda? Bueno, coge tus dientes y ve adelantando trabajo. Haz croché, croquetas o tíñete el pelo. Voy a ducharme. - ¡No tengo raíces! ¿Lo sabes? Y yo por lo menos tengo melena, pero tú tienes una pelusa y encima de todo también te lo tiñes. Si cuando bajes tienes el café frío, luego te lo calientas, imbécil. - Vaya, hoy has tardado 10 minutos en lanzar el primer insulto: todo un record. Si te esfuerzas, mañana eres capaz de superarte. ¿Queda pan de ayer? - No me acuerdo. Tú también tienes los ojos donde yo, ¿no? ¿Por qué lo voy a saber? Tu hermano dijo que quería venir a pasar unos días con la familia. - ¿Y cómo le ha dado por ahí? Espero que no tenga intención de quedarse aquí un mes, mientras su mujer hace otra cura de desintoxicación. - Veo que por fin has aprendido la lección, que tu hermano siempre dice que está en una cura de reposo. Ja, ja, cura de reposo. Pues pregúntale si va a venir. Y averíguatelas para disuadirlo, en caso de que pretenda semejante disparate. Por lo menos en eso estamos de acuerdo: aquí no hay sitio. Solo me faltaba tener que hacer de catadora real, como la última vez que estuvo en el hospital y pensaba que todo el mundo quería envenenarlo. Mira, llaman el teléfono. Responde. A estas horas solo puede ser él. (Al espejo) ¿No quieres caldo?, pues toma dos tazas. ¿Quién me mandaría a mí casarme con este fantoche? Es que me arrepiento más que de haber nacido. Y ya llevo casi 40 años. Si no fuera una locura, emigraría. A Nigeria mismo, si es preciso. ¿Cómo me sentaría a mí un chador bonito en el harén de un rico petrolero? Por lo menos estaría descuidada de la esclavitud de los tintes. Nigeria podría ser mi destino. Ay, necesito una pastilla para poder tirar. Pero, ¿qué haría este mamarracho sin mí? ¡¡¡¿Has visto mi novocaínaaa?!!!

miércoles, junio 22, 2005

Miradas 2

1.
miradas 2 es uno de mis programas favoritos de televisión. Es una apuesta innovadora que empezó el pasado otoño y que está funcionando. No tengo datos sobre su audiencia, pero está claro que tiene sobrados méritos para mantenerse. Los programadores tendrían que valorarlo porque ese programa de apenas 25 minutos abre una ventana diaria por la que se asoma un público que desea mirar hacia otros paisajes. Probablemente solo se trate de una inmensa minoría, pero también cuenta. A los que no lo conocen, además de recomendarlo, les diré que está concebido como un informativo cultural diario (La 2, 21h30) sin presentador. El tratamiento de la imagen se atreve a mostrar ángulos subjetivos; las piezas a veces se montan solo con las voces de los protagonistas, sin la incluir la voz del redactor, o con la ayuda de unos cuantos subtítulos; a veces, el redactor también satisface su cuota de vanidad y pone una nota supermoderna (rastas, cadenas, pantalones que arrastran, poliglotismo) en la imagen, junto a los protagonistas; las citas para grabar las entrevistas se desarrollan muchas veces en espacios (talleres, cafés, parques, palacetes) con una estética particular, en lugar de un despacho. En fin, todo ello dota de buen ritmo al programa y lo hace, además de interesante, entretenido. Algunas veces el programa se convierte en un monográfico dedicado a la cultura que nos llega de África, a la literatura infantil o a los memorialistas. Pero generalmente tiene diferentes secciones: cine, teatro, conciertos, exposiciones, literatura, festivales, todo ello casi siempre en versión más alternativa que comercial. Y como en el programa tienen una decidida vocación juvenil, casi a diario dedican atención a las novedades del (inabarcable) mundo de los videojuegos.
FELICIDADES, pues, para todo el equipo. (A partir del 8 de julio, toman vacaciones y durante ese tiempo la cita será solo los viernes a las 21h). 2.
La mirada del otro. Este era el título de una novela execrable de Fernando G. Delgado, cuya calidad (execrable) fue refrendada con el premio Planeta de 1995. Pero yo lo traigo a colación para plantear aquí otra cuestión. ¿Por qué la gente en provincias tiene una especie de complejo de mirar a los ojos a los demás? Es decir, tú pasas al lado de alguien que lleva una camiseta monísima, que es alto, que sonríe, que lleva un buen corte de pelo, que va de paseo con su hijo por el parque, etc, y en lugar de mirarle a la cara, a los ojos y sonreírle solo por regalarte esa imagen, miras al suelo, a una papelera o a una boca de riego. Y él, por su parte, hace otro tanto. Porque seguramente se encuentra demasiado pagado de sí mismo. Para un gesto que queda gratis... Yo no lo entiendo, la verdad. ¿Por qué propiciamos de esta manera la incomunicación? Mirar a los ojos a alguien no tiene por qué tener siempre una intención felatriz. Ni te obliga a reconocer al hijo de nadie ni a cederle una parte de tu sueldo. Es absurdo. Pero en provincias solo encuentro miradas huidizas –y cuando no lo son, es casi mejor que lo fueran. Pero quizá yo estoy equivocado. PS: Declaro con la mano en el corazón que la víbora de 50 kilos que se ha escapado en Ourense, dejando sola a su desconsolada hermana gemela, no soy yo. Yo nunca me escaparía de un circo italiano.

lunes, junio 20, 2005

Lucifer

Así es como me gustaría llamarme hoy, en lugar de Vipère. Yo creo que me va mucho más porque es ambiguo: a primera vista remite a la segunda acepción, cuando deberíamos quedarnos con la primera. Lucifer, según la RAE: (De Lucifer, príncipe de los ángeles rebelados). 1. m. poét. lucero (planeta Venus). 2. m. Hombre soberbio, encolerizado y maligno. Viene del latín: Lux, lucis (luz) y fero, fers, ferre (llevar), así que significa que lleva la luz. Pero luego la Iglesia se metió por medio, y un nombre que en origen era muy hermoso derivó en algo diablesco. Me parece que no es la primera vez que su intervención tiene un efecto semejante.
En realidad, es a mí a quien me gustaría alumbrar en primer lugar, como si llevara un potente y permanente casco de minero. Pero como soy de natural generoso, también me gustaría acto seguido llevar la luz dentro de unas cuantas cabecitas que probablemente ahora están bajo el efecto de un exceso de calor. Vamos, bajo el efecto de una insolación en toda regla. En fin, no vamos a cargar las tintas más de lo estrictamente necesario; cada cual es muy dueño de manifestarse a favor o en contra de lo que le dé la gana, o las dos cosas: a favor y en contra, cuando le plazca. De la misma manera que yo también puedo opinar sobre lo que me parezca. Así que hoy diré que encuentro insultante que un periódico que se jacta de representar el progresismo en España ya no se moleste ni siquiera en hacer el paripé para disimular su tendenciosidad. Es decir, hace exactamente igual que la prensa que representa los valores más conservadores. Por favor, ya está bien. No somos retrasados mentales ni necesitamos un hermeneuta. De hecho, no lo queremos. ¿Adónde vamos a tener que recurrir para informarnos? ¿A radio Patio? ¿O vamos a vernos obligados a tener todos nuestras propias fuentes? Uno de los principios elementales del periodismo es la clara delimitación entre opinión e información. Así que hay secciones (páginas o espacios en la radio) para informarse (y, luego, formar tu propia opinión) y otras para conocer la opinión del medio y de firmas más o menos solventes (y generalmente afines) y poder cotejarla con la tuya. Pero es inadmisible camuflar la opinión en la información y: 1. Dedicar casi media página de la sección de cultura a Jimmy Barnatán. ¿Que quién es y qué ha hecho? Pues eso quisiera saber yo. Es un chico de 24 años que al parecer sale en una serie de TV de éxito. Eso lo ha llevado a publicar una novela sobre la adolescencia y, dando un paso más, a declaraciones como “hay gente que cree que ser joven es igual a ser drogadicto y eso no es cierto (…) En las pasadas elecciones pedí el voto para Zapatero porque el mundo de la cultura estaba muy tocado con la política del PP (…) Creí que era el momento de pronunciarme y lo hice”. El hecho de que sus padres sean una peletera que cubre las pieles de la mitad de la clase política y de celebridades y de un pintor y escultor completamente desconocido (para mí) lo resuelve diciendo: “Soy un hombre afortunado que invierto el tiempo en lo que me gusta”. Por si alguien piensa que hablo en hindi con acento cantonés, aclararé que no estoy diciendo que el chico, que entra de lleno en el negociado de los ecce homo, tenga que pedir perdón por hijo de quien es; al contrario: me parece magnífico que se aproveche todo lo que pueda de esta circunstancia. Yo también lo haría. Pero que todo un señor periódico le haga el juego es mostrar demassssssssiado el plumero; 2. Seleccionar, en el mismo periódico, claro, como representativos de los manifestantes del sábado contra las bodas gays tres testimonios sencillamente delirantes. Sin duda, hay gente que piensa como estas tres personas, pero no estaría de más estrujarse un poco las meninges y encontrar también otras miradas. Porque toda la gente que acudió a la manifestación no lo hizo bajo la influencia de un ictus especialmente virulento. Es el lado costumbrista de la prensa, que debería estar prohibido. Pero también es un desprecio hacia toda esa gente y hacia tu propia profesión, que se vuelve contra las posiciones que defiendes. Es tirar piedras sobre tu propio tejado. Podría citar a la persona que los firma, pero me abstengo. No estoy pidiendo su cabeza en una bandeja de plata. Seguramente era un mandado. Testimonio 1: Una religiosa jovencita que dice que “hay gente que nace con eso (eso es la homosexualidad) y la iglesia los invita a que vivan en castidad. Es como quien tiene una enfermedad y tiene que asumirla en su vida” (…) La aprobación de los matrimonios civiles homosexuales afectaría a su familia porque “los entristecería mucho” (Hala, ya estoy yo también triste. Por cierto, advierto de que voy a formar una plataforma para pedir en el parlamento las bodas entre orzuelos. ¿Qué hacer con esas excrecencias después de la operación? Lo mejor es casarlos ). Testimonio 2: Un estudiante de económicas de 28 años a favor de la regularización de las uniones homosexuales siempre que no se les llame matrimonio. (Nos pasamos la vida llamándole a todo COSA o ESO y ahora nos ponemos hipercorrectos en una cuestión semántica aislada. Mejor te iría si acabaras ya la carrera y empezaras a preocuparte de tu propia alopecia). Pero “esto puede llevar a equívocos. Por ejemplo, si un padre y un hijo mayor de edad desean unirse matrimonialmente, ¿por qué no se les va a permitir?” (Por la misma razón por la que hasta ahora no se podían casar una madre y su hijo mayor de edad, ni una abuela con su nieto, sin incurrir en un bonito incesto. Cf: http://www.incestuosoycanalla.blogspot.com.
Busco apoyos para la Plataforma de las Bodas entre Orzuelos). Testimonio 3: Una madre de 34 años y 6 hijos asegura que este debate ya ha afectado a su familia porque ha tenido que explicarles a sus hijos (entre 7 meses y 11 años) qué es la homosexualidad. Dice que “lo han comprendido muy bien”. (Tan bien que ahora todos son gays, especialmente el de 7 meses, y algunos de ellos ya apuntan cualidades para convertirse en transformers un día no muy lejano). Sus explicaciones continúan por la senda correcta: “hay dos tipos de homosexualidad. Una se debe a una enfermedad; la otra, a quienes se dejan llevar por el vicio y el placer”. Asegura que a los que “están enfermos” los respeta y le dan pena y “habría que ayudarles para que no sufran”. Dice que en su vida diaria tiene contacto con homosexuales, que el mismo pediatra de sus hijos lo es y que lo reconoce como a “un buen médico”. (No aclara si es del grupo de “Por enfermedad” o “Por vicio”. Si se trata del primer caso, él, como buen médico, podría autocurarse. Todavía en este supuesto, tampoco aclara si hace algo por él para que no sufra. Por ejemplo, presentarle a su prima, esa que siempre va pelada al uno y que para ser feliz solo necesita un camión. Respecto al segundo supuesto, no quiero imaginar nada. Solo espero que la consulta del pediatra no esté en una décima planta). Así que como usuario de la prensa manifiesto mi rechazo ante un tipo de periodismo tan ramplón. Y tomaré las medidas que correspondan. He dicho.

jueves, junio 16, 2005

Kim Jyng Il

Lo fácil en esta entrada habría sido recordar a Kafka; darle la razón siempre a Soren Kierkegaard, como Woody Allen; magnificar los morros y el morbo de Val Kilmer antes de su… dejémoslo en abandono actual o caída en picado; intentar explicar la hiperactividad de Nicole Kidman y la mala pata que la chica tiene con los novios; felicitar a los agraciados por el noviazgo –si alguien no me lo desmiente- entre Keanu Reeves y Diane Keaton, que debería servir de una vez por todas para hacer saltar por los aires la hipócrita y ridícula convención social por la que, en el mejor de los casos, solo fruncimos el entrecejo cuando los 20 años de diferencia en una pareja son a favor de ella (por cierto, ahora que me acuerdo, Joan Collins, pionera donde las haya, subió el listón hasta los 36 años de diferencia con su marido de 2002, que no sé si sigue siendo el actual, porque me imagino que cuando le agarras el gusto a casarte ya nada te detiene); hablar con la boca chica de los aciertos y tropiezos de Kenneth Branagh o de la retroalimentación de los misterios de los Kennedy; recuperar a Buster Keaton y su profunda tristeza; comentar el buen trabajo de Kevin Kline, cuando le apetece; temblar ante el drama de las kilocalorías; frivolizar sobre la importancia de llamarte Calvin Klein, aunque solo sea para tener tu ración de cielo con esos anuncios de calzoncillos en los que se embuten esos modelos que parecen irreales; contar la procedencia de mis dos kilims; la ausencia de todo erotismo de Carlos de Inglaterra, con o sin kilt; lo sobrevalorado que está Jack Kerouac; reconocer mi falta de adhesión a la trilogía de Krysztof Kieslowski –bueno, de hecho me planté cuando se estrenó Rojo; todavía me siento culpable de no haber sabido apreciar Azul y Blanco, así que tengo pendiente un nuevo visionado-; recordar para que nunca vuelva a repetirse el magnicidio en Kigali y otras ciudades ruandesas, del que ya se han cumplido 11 años; escuchar a Kiko Veneno, porque Está muy bien eso del cariño; recomendar la dieta del kiwi porque tu tránsito intestinal te lo agradecerá; traer a colación a Martin Luter King porque YO también tuve un sueño; rendirme ante la evidencia de que la vida es definitivamente kistch –si no, que nos lo cuenten los amigos madrileños cuando el sábado próximo contemplen la guerra por el fucsia más intenso que preparan los cardenales y las drags más aguerridas, frente a frente, paseándose con mantón de Manila, plataformón y mucho lentejueleo por la calle de Alcalá, con la falda almidoná… para tirarse los tejos en ciertos locales de mala nota unas horas más tarde... O la ineficacia de los koljoses, la pamema de la cumbre de Kyoto, mi total ignorancia sobre Kiribati y Kirguizistán, etceteraetcetera… Ah, me falta el aire. Pero como todo eso sería demasiado fácil, me voy a quedar con algo que me parece mucho más urgente. Por razones que ahora no vienen al caso, les diré que mantengo con ambas Coreas una relación que solo puedo comparar a la de la uña con el esmalte; vamos, que las Coreas y yo somos como dos extremos de una misma relación. Y ello me ha puesto en ventaja para poder contarles a Vds. la verdadera razón por la que no nos llegan apenas noticias de Corea del Norte: a Kim Jyng Il no le duran sus asesores de imagen. Y, claro, ¡quién en su sano juicio sale a la calle cuando tu estilista te ha dado una patada en el culo! De hecho, nadie debería salir a la calle si no ha sido previamente supervisado por alguien solvente. Por mí, por ejemplo. Así que si no hay foto suya, no hay noticia. Así de sencillo. Me cuentan que cuando alguien como él te dice el primer día: “Amo los uniformes. Vamos es que me ponen atómico, así que ya sabes la línea que quiero en mi guardarropa”, tú comprendes que ahí no tienes ningún futuro y que tu carrera como estilista corre el riesgo de sufrir un quiebro quizá irreparable, cuando no un descalabro irreversible. Eso, o terminar convirtiéndote en una mamarracha (si es que no lo eres ya, ¿verdad, Sara Montiel? Le hablo como si todavía se contara entre los vivos porque, a su manera, sigue preocupándose de su aspecto desde su mausoleo del Más Allá, de la mano de un peluquero manchego que es capaz de jurar que no tiene pluma). Pero volviendo a Corea, claro, lo que quiere este señor es de todo punto inviable. Los uniformes no son lo suyo; no le sientan bien. Y tendría que aceptarlo. No van ni con su corte de cara en forma de hogaza, ni con su panza, ni con su estatura (por mucha bota militar con plataforma que se ponga), ni con sus manos de molinero. Ni por supuesto con esas gafas a lo Marujita Díaz, que al parecer también son irrenunciables. Pero de ahí a secuestrar la información que genera todo un país con la excusa de que no da bien en las fotos, de que no es fotogénico, pues media un abismo. Pero como se niega a aceptar que la erótica de los uniformes tiene unos límites muy precisos y que él no cabe dentro de ellos, pues, claro, vuelve locos a los estilistas, que le duran justo el tiempo de colarse, si es que hay hueco, en uno de esos trenes mugrientos que se dirigen hacia China. Porque allí parece que la gente no quiere quedarse ni aunque le regalen el uniforme. Vamos, ni muerta.
En fin, a esperar que la naturaleza siga su curso. No queda más remedio.

martes, junio 14, 2005

Jíbaros sin fronteras

Hace tiempo que lo sospechaba, pero hasta hoy no he tenido el flash que necesitaba para verlo claro: la jibarización no es solo una cuestión del perímetro de la cabeza en la más pura tradición de algunas culturas indígenas andinas. Trasciende con creces ese territorio hasta el punto de que es como una mancha pegajosa que pisas en cuanto pones los pies en la calle. Y es mucho más: 1. Una forma de sentir (y de padecer) 2. Un estilo de vida 3. Un tinte corrosivo que llevarte a tus (cuatro) pelos 4. Una obesidad mórbida 5. Un tono de voz especialmente estridente 6. Una sonrisa estentórea 7. Adicción sin complejos a la licra 8. Ser analfabeto y jactarse de ello 9. Ser un ordinario integral 10. Presumir de ser súper sincero y decirte que la oposición que estás preparando es una gran pérdida de tiempo; te lo digo yo, que soy secretaria-interventora y sé de lo que hablo 11. No callar ni debajo del agua hablando de ti, de tus hijos, de tu trabajo, de tu potencial sexual y de tu coche 12. No escuchar al otro porque te basta con retroalimentarte con tu monólogo 13. Criticar por vicio sin hacer nada para mejorar las cosas 14. Confundir el pasillo de un hospital con un mercado de abastos 15. Responder sin mirar a la cara 16. Dirigirte a las personas mayores, incluidos tus padres, o a los desconocidos como si le hablaras a tu hámster. 17. Incluir en el cuestionario de una entrevista en un programa musical de televisión –presentado por tres analfabetas- la siguiente pregunta: ¿Y tú cómo lo haces, cojones? Imagínense lo demás. Si descubren alguno de estos indicios –sin perjuicio de otros muchos que sin duda Vds. están en condiciones de detectar- en la persona que tengan enfrente, ya pueden añadir un elemento más para la colección de Jíbaros sin fronteras. Creo que es una colección que no se acaba nunca: es ilimitada. Y esa es su gracia y su interés.

lunes, junio 13, 2005

Imploración

Si hay algo que no soporto, además de todo tipo de bisoñés, pelucones, mechas sin caridad y otras formas de terrorismo capilar, es la gente que da la lata. Decía un profesor de la universidad al que hace tiempo que me gustaría ver… haciendo calceta en un geriátrico… que el aburrimiento era un caldo de cultivo perfecto para la creatividad. Y yo me lo creí. Hasta que salí a uno de los pasillos de la facultad, claro. Si ser creativo es arrastrar los pantalones por el piso, sentarte a las puertas de la cafetería para comerte un pincho de tortilla en el suelo, enseñarme sin compasión tu (espantosa) ropa interior, el vello de la espalda y tus tatuajes deformes, además de pronunciar Guadalajara hasta 18 veces en una conversación sobre la pirámide de Abraham Maslow solo para mostrarme tus piercings en la úvula, pues francamente, prefiero que seas una persona gris. El aburrimiento es simplemente el mejor caldo de cultivo para que la gente se atreva a todo. Por ejemplo:
1. A teñirse en familia. Porque ya se sabe que la familia que se tiñe unida permanece unida. (Aunque en su descargo debo decir que siempre he sostenido que en estos casos los verdaderamente culpables son los peluqueros; estoy seguro de que están organizados en una célula internacional que algún día tomará el control del mundo. Ellos son conscientes de que sus tintes traspasan el córtex, dañan el cerebro y además crean adicción. Y esa es la razón que explica la ola de hostilidad que nos invade. Son peores que Bush). 2. O a salir a la calle un domingo atomizados en torno a pancartas con lemas como La familia sí importa; Quiero un papá y una mamá; No soy un experimento, soy un niño; Que se legisle, pero no mi matrimonio o Zapatero tuvo papá y mamá: ¿por qué yo no?. “Por favor, caballero, sí, Vd., el de la tonsura y la tierna camiseta de No soy un experimento, soy un niño, ¿podría decirme si el slogan lo ha creado Vd. solo? Es decir, lo ha pensado, le ha dado una forma eficaz gracias a sus conocimientos del lenguaje publicitario, lo ha pintado… Ah, ¿lo ha mandado imprimir en Serigrafías Mater Amantissima? Por lo que veo se trata de una cadena perfectamente organizada y bien avenida. ¡Así es como funcionan las cosas pequeñas! Y, por extensión, todo un país. ¿Cuántas noches ha dormido Vd. al raso? No, no me refiero a la siesta que se echó en el jardín de casa de los Valdemingómez. ¿Y abusos sexuales? ¿Sabe de lo que le hablo? Ah, no ha tenido el gusto. Pues mucho mejor. ¿Es capaz de descifrar este sintagma: trabajo infantil? ¿Por casualidad le suena a chino las condiciones inhumanas en las que viven sobre todo las niñas chinas en los orfanatos chinos, por poner solo un ejemplo sobre el que yo también podría imprimirme una camiseta con pruebas documentales? ¿No tiene juegos de mesa en casa? ¿Estratego, pictionnary, trivial pursuit? ¿Ha desdeñado ya todo lo relacionado con los hilos de Ariadna: la calceta, el petit point, el macramé, sus propios conjuntos, bolsos para la playa, etc? ¿Sabe que curtir pieles es un arte? ¿Tampoco le tira la jardinería? ¿Y engrasar motores? ¿No ha probado lo que puede hacer por Vd. y por su cuero cabelludo un revólver apuntando en la buena dirección? Pues piénselo: creo que puede hacer maravillas. Porque los domingos se hicieron para descansar, para relajarse, para descargar tensiones de toda la semana, etc, y al parecer tejer y coser tiene el mismo efecto relajante que un baño en el balneario de Zújar. También se hicieron para estar con esa entelequia o concepto llamado familia que Vd. y otros como Vd. quieren apropiarse en exclusiva. Y con los amigos. Y con toda la gente que uno quiere. Pero estoy seguro de que utilizarlos para dar la lata a los demás con lemas, camisetas, pancartas, gritos, pitidos, insultos y otras ordinarieces es una derivación perversa. Porque:
1. A Vd. nadie lo va a adoptar. 2. No es un experimento, bueno; pero desde luego Vd. tampoco es un niño. 3. Estrújese un poco las meninges para mandar al taller de serigrafía, en lugar de esa cursilería, una frase que exprese lo que de verdad le importa: Mi ciudad no se llama Sodoma. (Al menos en las horas de sol), Contra natura, látigo y mano dura; 4. A mí no me importa con quién se acuesta Vd. ni con quién se levanta. Vamos, que Vd. me erotiza lo mismo que una avutarda; y 5. No puedo obligarle a que eduque a sus hijos como a mí me parezca bien. Eso sí, tengo la boca muy sana para llamarles maleducados si vienen a clase y le dicen a un profesor que al final los que nos comemos el marrón somos nosotros. Así que, en lo que a mí respecta, los domingos abúrrase todo lo que quiera, lea a Alfonso Ussía hasta sentir náuseas –lo que en sus mejores momentos se logra fácilmente en el título-, dedique un tiempo a educar a sus hijos como mejor le parezca –yo no voy a decirle nada: no son mis hijos-, descubra los secretos del bricolage, del macramé, de la jardinería, haga lo que le parezca. Pero no dé la lata, por favor. ¿Es mucho pedir?"