viernes, diciembre 30, 2005

Agradecimiento

(extraído de Ganarás la luz, de León Felipe) VII Agradecimiento Hay poetas que trabajan con la palabra solamente, como los lapidarios; Otros trabajan con la metáfora, como los joyeros que cambian las piedras de lugar; Otros empalman y enciman los ladrillos con una musiquilla monótona e interminable de romance; Otros se valen del termómetro y del compás como los geómetras impasibles que miden los ángulos y la temperatura del tabernáculo; Otros trabajan con el símbolo y con la fábula, como los estofadores y los que emploman los vidrios de los grandes ventanales; Algunos muy entendidos son maestros en el arabesco, en el jeroglífico y en la alegoría, como los tejedores sagrados y los criptógrafos que dejan su secreto en las cenefas de las casullas y en los frisos de los cenotafios; Otros trabajan con la arcilla blanda de su ejido solamente, como el alfarero municipal; Otros cavan en las profundidades del subterráneo donde se han de apoyar un día los cimientos, como los tejones o los topos; Otros se afanan allá arriba, cerca del cielo, en las cornisas de los campanarios, como la cigüeña y las golondrinas… Pero el Poeta Prometeico trabaja con su sangre donde van disueltos los esfuerzos de todos estos poetas especializados. Y a todos estos artífices humildes, cuyo nombre se llevará un día despiadadamente el Viento, el Poeta Prometeico les agradece todo lo que le han dado, todo lo que le han traído para edificar el templo venidero y levantar la torre donde se ha de colocar mañana el pabellón rojo del hombre.

martes, diciembre 27, 2005

Foniatras

Mi inquisitivo intelecto venía dándole vueltas a un asunto crucial que ha convertido algunas de mis noches en un agotador vía crucis: ¿qué necesita el hombre –y la mujer y el travesti- de hoy para ser modestamente feliz? El otro día en uno de esos infernales sistemas de transporte público que me veo impelido a tomar de vez en cuando tuve la revelación: el hombre –y todo bicho viviente- necesita, además de un tiránico asesor de imagen, un foniatra de cabecera. Así nos ahorraríamos algunos homicidios.
El hombre necesita a alguien que descubra cuál es el timbre de voz que mejor le va, o que en su defecto lo persuada de que ganará más estando callado –un timbre estridente está muy bien como señal de fin de jornada en una oscura fábrica de cacerolas, pero no en las cuerdas vocales de una chica que podría pasar por fina si no abriera la boca-; necesita a alguien que le enseñe a vocalizar –al paso que vamos, acabaremos utilizando el sistema fonológico español para hacernos un bonito collar hawaiiano con él-; alguien que le demuestre que la risa es muy sana, pero, en un aula, no debe ser confundida con un desprendimiento de rocas en plena calzada; y alguien al fin, que le convenza de que, si su aparato fonador funciona a pleno rendimiento, no tiene por qué convertir las manos en armas arrojadizas para dar énfasis a palabras como mogollón, tío, tía, qué pasa o por mis huevos. No hay ninguna ley que obligue a subrayar cada palabra balbucida con un gesto de las cejas, de la nariz, de la boca o de las manos, o peor, con una delirante combinación de todos ellos. La revelación venía con un anexo debajo del brazo. En un segundo estadio, una vez que hubiéramos logrado esto, habría que ponerse a formar con urgencia a una legión de guionistas. Un signo de evolución de los tiempos y de que el lugar común de que otro mundo es posible significa realmente algo sería que la gente supiera exactamente, antes de salir a la calle, qué frases tiene que pronunciar, y que sustituyera -cuando consigues entender alguna palabra de las que grazna- sus alocuciones o dicterios de hoy: -"… y yo, tía, le dije que el marrón, tía, era suyo… -… cuando terminas de pagar la comunidad, la contribución, los muertos, la hermandad, la electricidad, el teléfono… y cualquier día esta burbuja estallará y nos quedaremos con el culo al aire… - … es un desastre (…), como si le hablaras a un cubo… -… sí, ¿no lo sabías? Pues no se habla de otra cosa… ¿En qué mundo vives? -… y vino la policía a decirnos que bajáramos la música (–una música horrible, seguro). Con un cebollón, tronca, que pillé… Y Valdés echó la pota en la calle… -… la cola es allí, señora, por si no lo ha visto. Es que tiene cojones… en mis propias narices… Cuarto y mitad de chopped de pavo". por frases con sentido. Simplemente. Bien, pues el día que dejemos atrás estas disparatadas composiciones –y con la ayuda de un foniatra entregado a su trabajo, claro- habremos avanzado casi tanto como cuando se descubrió la penicilina. Para abrir boca en esta necesaria revolución, les propongo algunas frases de Eva al desnudo, gentileza de Joseph Leo Mankiewicz, que tuve la suerte de volver a ver el otro día en la filmoteca. 1. –"¿Y tú te llamas autor dramático? Una situación preñada de posibilidades y lo único que se te ocurre es decir que os marcháis. –Me parece una excelente idea. –Pero no representable. 2. –…obras de autores que murieron hace 300 años. –¡Todos los autores deberían haber muerto hace 300 años! 3. –Ya es hora de que el piano sepa que ha sido él el que ha escrito el concierto.
4. – Ciertamente tuve épocas mejores, pero francamente no estoy dispuesta a que se me compre con un simple cocktail como si fuera una tanguista.
5. – Margo, hagamos las paces. – Los términos son muy duros: rendición incondicional.
6. –… las cosas que se dejan caer al subir la escalera para avanzar más rápido y que luego te hacen falta para volver a ser mujer. Telón lento y final.
7. – Entre nosotros, todo el mundo es culpable mientras no demuestre su inocencia. Es una diferencia entre el teatro y la civilización.
8. –… hay tres días para arreglar los papeles, análisis de sangre… – Yo me caso contigo aunque resulte que no tienes sangre.
9. – Ya no haré jamás papeles que no me vayan solo porque no tengo nada que hacer por las noches.
10. – … volveré, si ustedes lo desean, claro, porque mi corazón está aquí, en el teatro… – (…) – Hablaste bien, Eva, pero no tienes que preocuparte mucho por el corazón. Siempre puedes poner ese trofeo en su lugar".

miércoles, diciembre 21, 2005

La Jurado, como una ola

Rocío Jurado también pertenece a mi iconostasio, junto a gente tan variada como Concha Velasco, Jane Birkin, Jeremy Irons, Pepa Flores, Emilio Lledó o Sharon Stone, por citar solo a algunos que visiblemente poco tienen que ver entre sí. Probablemente no la aguantaría 24 horas seguidas, pero estoy contento de que esté VIVA. Rocío Jurado está VIVA, más guapa y mejor vestida que nunca, tan divina y tan gay como siempre, y a la vez humilde, enigmática, cariñosa, entregada a su público, menos ñoña que antaño, y con la voz descansada y colocada en su sitio. Es un torrente, una luchadora, y por encima de todo una gran artista, y lo demostró en la gala que TVE emitió anoche, su vuelta por todo lo alto tras casi dos años sin subir a un escenario. Anoche hizo un recorrido por lo más variado de su repertorio, desde Como las alas al viento, pasando por Mi amigo, Señora, Como yo te amo, Se nos rompió el amor, Un clavel y muchos otros hitos. Al parecer la audiencia solo fue de 3’5 millones de personas, pero el espectáculo que ofreció bien habría valido una concurrencia mucho mayor. Físicamente, Rocío Jurado ha menguado. Está muy delgada –lo que no es ningún delito, ni mucho menos-, y la antigua delantera de España, comparable a la de Samantha Fox, por ejemplo, ahora no es ni su sombra. Claro, ha tenido que renovar el fondo de armario de arriba abajo, y ha salido ganando. Lució impecablemente vestida por Hanibal Laguna, en todo su esplendor, moviendo las manos –la parte que prefiere de su cuerpo- con elegancia, sonriendo, pasando de la ternura a la ira en segundos, con brillo en una mirada profunda y fulminante. Hubo muchos momentos emotivos. Seguramente arriba del todo estuvo el reencuentro con Raphael –otro que, afortunadamente, también está vivo-, con quien se produjo la chispa, el desafío, la vieja complicidad de compañeros de noches de gin tonics y farra. La gala cubrió varios frentes. Dejó vía libre, claro, a una emotividad que era imposible reprimir, pero también quiso acercar el repertorio de Rocío a gente joven y que sigue a David Bisbal, Chayanne, Rocío Mohedano -Ese hombre-, Malú -Se nos rompió el amor-, Paulina Rubio o Mónica Naranjo. También cantó dúos con Lolita y con Falete, y, además, bailó con Antonio Canales. Precisamente la aparición de Antonio Canales resultó la gran mamarrachada de la gala. El público –y, sobre todo, yo- no se merecía ni esas mechas, ni esa especie de kaftán a juego con un mantón de Manila, si por supuesto esos botines de terciopelo rojo sucios. No basta con bailar bien, Antonio. Otra crítica que le hago a la gala es la moda absurda de transcribir en la franja inferior de la pantalla de televisión los más locos mensajes remitidos por el móvil de Adela, José Mari o Isabel de Murcia. Con esa franja de tan mal gusto no hay realizador que pueda salir airoso. Pero ya lo último es que la gente no se corte ni un pelo para enviar sms con faltas de ortografía y los de la tele lo transcriban tal cual. Alguien debería estar dedicado a corregirlas antes de acentuar la deriva a la que nos abocamos. No es de recibo leer “Felices Nabidades” o “Heres la más”. Pero quizá lo más divertido de la gala llegó cuando apareció Paulina Rubio y su (ausencia de) voz. No sé a quién se le ocurrió que Rocío y ella tenían que hacer el dúo de Lo siento, mi amor. Ha sido el momento más gay que he visto en la TV en mucho tiempo, mucho más que la boda de Elton John. Lo que veíamos en la pantalla era lo siguiente: dos lesbianas de muy diferente edad -y calaña- tirándose los trastos a la cabeza, a voz en grito. “Lo siento mi amor, pero ya me cansé de fingir y pretendo acabar de una vez para siempre esta farsa. (…) Haceeeeeeeeee tieeeeeeeeeeeeeeempo que no siento nadaaaaaaaaaaaaaaaaaaa al hacerlo contigooooooooooooo. Que mi cuerpo no tiembla de ganas al verte encendido. Y tu cara, y tu pecho, y tus manos parecen escarcha, y tus besos que ayer me excitaban no me dicen nada”. Dos lobas en medio de una tasca madrileña o mexicana, a las que les importa todo un coño, y en la que sale perdiendo Pau, la pobre, con esos restos del naufragio de una voz cazallera.
En fin, Rocío, querida, eres una estrella nacional en toda regla. Adelante. Esperemos poder recuperar pronto a la otra Rocío: Rocío Dúrcal.

sábado, diciembre 17, 2005

Alicientes y pequeños placeres

Lo normal es que mis semanas transcurran exactamente igual unas a otras. A pesar mío, tengo que confesar que no soy un experto en convertir mi existencia diaria en una performance. En los últimos meses, rara vez se ha producido algún acontecimiento que merezca formar parte de los anales de mi vida. Sin embargo, en los últimos siete días, en esta larga víspera para una luna llena, numerosos alicientes han llamado a mi puerta para ofrecerme variadas dosis de un entusiasmo. 1. Arriba del todo, una lección de amistad en forma de declaración escrita. Parece mentira que una palabra tenga tanto poder, que exprese lo que dice y lo que queda oculto; que conforme un paisaje casi universal y un paisaje entre dos personas, quien la escribe y quien la recibe. Sabes que daría la vuelta al mundo para estar cerca de ti, cuando lo desees, y que también, como soy sierpe y burro al mismo tiempo, hace falta que me silbes cuando lo necesites. Gracias. 2. La ciudad en la que vivo me sigue ofreciendo rincones hermosos, rincones que solo esperan que los descubra. No tengo ninguna prisa. Después de ver la puesta de sol desde la terraza de mi hotel favorito, después de hacer un repaso con una amiga del último álbum que he confeccionado en el que EL TEMA SOY YO y en el que no he censurado –mal hecho- esas fotos para las que el asesor de imagen con el que todos deberíamos nacer debajo del brazo (y no con un pan) nunca tendría que habernos permitido posar, mi amiga y yo improvisamos el descenso por la judería. Paseamos por callejuelas sinuosas que utilizaban los judíos de la época para sus variadas transacciones; también vimos casas ajardinadas y con torres por las que no tendría escrúpulos para dar a su propietario ese ligero empujón hacia el precipicio -¡Oh, qué pena! Ha tenido un vahído que le ha costado la vida. No somos nada- y llegamos a una placita empedrada con varias alturas por la que no puede transitar ningún tipo de vehículo de ruedas. En medio hay un lavadero de piedra: cuatro columnas, un tejado a dos aguas y cuatro puestos para lavar enfrente de otros cuatro. Mi primera reacción fue elegir cuál sería mi casa en aquella plaza. Había unos chicos que viven en un piso a ras de calle y que estaban haciendo directamente un empalme para llevar la electricidad gratuita a su casa desde la red general. ¡Qué espabilados! Más arriba, tras una persiana verde, una señora recogía ropa tendida en el balcón. Yo esperaba que subiera la persiana para ver un poco el interior. No lo hizo. Así que elegía la casa de más arriba, que es la mejor, claro. Tras un ventanal, vi unas gafas y detrás un señor mayor. Imaginé que sería un pobre impedido que pasa sus días pegado a los cristales de la ventana enfrente de las hermosas vistas que yo imaginaba desde allí. Él, por su parte, imaginó que éramos turistas. Yo lo saludé con un gesto de la mano enguantada en plan Fabiola de Bélgica y el señor se levantó de su (inexistente) silla (de ruedas), abrió la ventana y nos invitó a subir para contemplar las vistas desde su casa. Y subimos, pero esto ya lo contaré otro día. Nos dijo, eso sí, que el sol se pone justo encima del cuarto ciprés. Desde allí ve la sierra nevada. Por su parte, mi amiga me había contado, mientras tomábamos un amaretto en la terraza del hotel, una de esas historias que tanto me gusta escuchar: la de un bohemio-zarrapastroso-niño-bien-de-58-años-fan-de-Johnny-Hallyday al que había conocido en un parque y quien les había acabado ofreciendo, a ella y a su hermana, un concierto loco unplugged en una casa llena de libros hasta arriba. Estoy deseando conocer a este personaje. 3. Descubrir el monasterio de Lupiana (Guadalajara), gracias a un amigo que lo pone todo en obra para que experimentar ese placer sea posible. Este monasterio pertenece a una familia, pero tiene la obligación patrimonial de abrirlo al público una vez por semana. Y han elegido los lunes de 9 a 13h, un horario que deja fuera de juego incluso a los espíritus más combativos. De hecho, casi nadie sabe que este marco incomparable existe. Pero mi amigo sí. Y allí me llevó. Quedé ojoplático. El claustro renacentista, que es lo único que está en todo su esplendor en el monasterio, me encantó. Pero lo que más me impactó son los restos de la iglesia, que es anterior. En un momento dado, el tejado se hundió. Si la familia intentaba reconstruirla, probablemente pasarían varias generaciones antes de que pudieran volver a llevar zapatos. Así que optaron por una solución que no enseñan en las escuelas de diseño de interiores: construyeron en el interior un jardín, con su estanque, sus cipreses, sus calles. Hacia la cúpula del altar mayor trepa –una actividad en la que son especialistas algunos personajes con los que me he cruzado a lo largo de mi carrera- una hiedra que poco a poco va cubriendo los restos de los frescos que aún quedan. Y desde allí mismo, dos pequeñas escaleras descienden hasta el estanque. Los comentarios del guardés que nos lo enseñó todo –bueno, casi todo-, también deberían ser comentados. “Esta era una orden contemplativa. Claro, si les daban a elegir, no iban a ser tan tontos como para partirse el lomo cavando. Eso es matemático”. 4. La semana que viene empezaré a traducir a un poeta haitiano del que no había oído hablar. Trabajaré con una gente a la que todavía no conozco, pero que espero que sea interesante. Y normalmente, no deben superar los 65 años, tal como me ocurrió la temporada pasada en el taller de encuadernación. Además, esta es una propuesta que me ha llegado sin que yo haya movido un dedo. A alguien le habían gustado mis ejercicios de traducción y les habló de mí a los responsables de este trabajo. Y ellos vinieron a buscarme. 5. Esta entrada está quedando demasiado larga. Pero no solo de placeres, pequeño o grandes, vive el hombre. Así que reseñaré aún otra historia de esta semana. El viernes tomé un vino con un señor inenarrable. Quedé con él en un bar que me gusta. ¿Y quién llegó? ¿Un señor normal, convencional, que puedas presentar a las visitas? No; llegó un personaje con la cabeza afeitada y fumando en pipa, creado por un guionista vengativo: “Soy nihilista y hermeneuta-fenomenológico. Me muevo entre Hus-serl&Heid-egger. Pasé cuatro años en el seminario de Tarragona y estudié un año de medicina. Luego di clase varios años, pero los alumnos me deprimían tanto que me fui a Berlín para vivir al límite. Porque lo necesitaba. Me atrae el inframundo, no para participar en él, pero sí como observador. Allí vino a rescatarme una vieja amiga y me llevó a Lisboa, donde aprendí alsaciano. Y, con ese bagage, desde allí me fui a ampliar estudios en Ibiza. (…) Yo es que ya me he acostumbrado a vivir con el dolor de estómago; tengo unas digestiones que pueden durar hasta 12 horas. Soy vegetariano radical porque me gusta ir contracorriente. -¡Qué particularidad tan especial! ¿Te has planteado si no serás también rumiante radical? Igual te duele el estómago porque estás sobreutilizando una de sus cuatro partes, quizá la panza. Pero ya sabes que también tienes a tu disposición el libro, el cuajar y la redecilla. -A mí, cuando alguien me invita a cenar, o bien cocino yo, o bien llevo mi fiambrera de casa. -Tú eres un comensal modelo.
-¿Qué esperabas de nuestro encuentro? -Pues si te soy sincero, que surgiera la chispa. Hablabas de que tenías sentido del humor, pero debe de haberse quedado en tu cocina preparando la fiambrera para tu próxima reunión social. Si no te importa, voy a montar en mi escoba para salir volando rumbo al planeta Tierra. Ha sido, de verdad… increíble. Nos vemos en el infierno.” 6. Para acabar, otro pequeño placer. Siempre disfruto descubriendo nuevas músicas. Hace poco descubrí a Win Mertens. Y esta semana le he prestado atención a una canción de Tribalistas: Velha Infancia. Está dedicada al protagonista del punto número 1: Você é assim Um sonho pra mim E quando eu não te vejo Eu penso em você Desde o amanhecer Até quando eu me deito Eu gosto de você E gosto de ficar com você Meu riso é tão feliz contigo O meu melhor amigo é o meu amor E a gente canta E a gente dança E a gente não se cansa De ser criança Da gente brincar Da nossa velha infância Seus olhos meu clarão Me guiam dentro da escuridão Seus pés me abrem o caminho Eu sigo e nunca me sinto só Você é assim Um sonho pra mim Quero te encher de beijos Eu penso em você Desde o amanhecer Até quando eu me deito Eu gosto de você E gosto de ficar com você Meu riso é tão feliz contigo O meu melhor amigo é o meu amor E a gente canta E a gente dança E a gente não se cansa De ser criança Da gente brincar Da nossa velha infância

sábado, diciembre 10, 2005

Zen

I “- Diga. - Le llama Vanesa Fernández, del departamento de marketing Telexanadú. ¿El señor de Gabón? - ¿Quién le ha dado mi número de teléfono? - Está en las páginas amarillas. Yo le llamaba para ofrecerle nuestra promoción de 128 canales de televisión, internet ADSL 60 megas, llamadas gratuitas y 4 visitas de nuestras profesionales del amor, todo ello por 100 euros mensuales. Es una oferta irrestible. ¿Le interesa? - No. Y tache mi número de sus páginas amarillas, por favor. ¿Cuelga Vd. o cuelgo yo? II - Diga. - Le llama Vanesa López, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿Está el señor de Gabón? - Sí, en coma, en el hospital. ¿Qué deseaba? - Quería hablarle de nuestras últimas ofertas en telefonía móvil, fija y combi. - Pues lo lamento mucho, pero ya le digo en qué estado se encuentra. Si quiere llevar su celo profesional hasta el extremo, puede acudir al Hospital Comarcal de 19h30 a 20h. No obstante, si despierta, puedo decírselo yo. III - Diga. - Le llama Vanesa Martínez, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿El señor de Gabón? - Sí, soy yo. - ¿Vd. tiene sus servicios de telefonía contratados con la compañía Aunesfuerzos, ¿no? - Mire, no voy a responder a preguntas retóricas. Consúltelo en la pantalla que tiene delante, y de paso dígame cuándo me toca ir al dentista. ¿Es que no tiene otra que hacer? - No tiene por qué ponerse ordinario, señor. - Mire, señorita, si quisiera ponerme ordinario, créame que lo haría. Yo a Vd. no la llamo a su casa para molestar. ¿Por qué lo hace Vd.? ¿Le he dado yo mi número de teléfono? Que yo sepa, no nos conocemos. - Es mi trabajo. - Pues su trabajo es una mierda. ¿Ve como puedo ponerme ordinario si me lo propongo? Y ahora, deje libre mi línea, si no le importa. IV - Diga. - Le habla Vanesa Cruz, del departamento de marketing Teleuanadú. ¿El señor de Gabón? - Perdone, pero salgo en este momento de casa. - ¿Cuándo volverá? - Uf, un día, en el futuro. Gracias. V - Diga. - Le llama Vanesa Pérez, del departamento de marketing Teletel. ¿El señor de Gabón? - Sí, soy yo. ¿Nos conocemos? Le adelanto que no hablo por teléfono con desconocidos. De eso se ocupa mi abogado. ¿Conoce la firma de abogados Garrigues? Pregunte por el mío. Él le atenderá. Gracias. VI - Diga. - Le llama Vanesa González, del departamento de marketing Teletimo. ¿El señor de Gabón? - Está en la cárcel, por evasión de impuestos. ¿Qué deseaba? - Nada, bueno, ya llamaré en otro momento. - Sí, dentro de unos dos años, cuando obtenga el tercer grado. Lamento no poder resolverle nada, monada. VII - Diga. - Le llama Vanesa Rodríguez, del departamento de marketing Telestop. ¿El señor de Gabón? - ¿Quién es Vd.? - Vanesa Rodríguez, de Telestop. - ¿Y cómo ha sabido la hora a la que volvíamos de la India? Es que mi pareja y yo acabamos de adoptar una niña y acabamos de llegar a casa. Es preciosa. Si me da su correo electrónico, le envío una foto. Se llama Asha. Está muy delgadita, pero yo creo que en un par de meses se va a recuperar. Somos muy felices. ¿Tiene Vd. hijos? - No, todavía no. Solo tengo 25 años. ¿Le interesaría…? - Pues son una bendición. Acuérdese de que se lo he dicho cuando los tenga. Se me saltan las lágrimas solo con verla. O también puede adoptarlos. Hay muchos niños por el mundo necesitados de cariño. Y te devuelven mucho más de lo que tú les entregas. ¿Qué quería? - No, bueno, ya llamaré en otro momento. Enhorabuena. - Gracias. Bueno, como tiene toda la información sobre nosotros en su ordenador, puede pasarse a verla cuando quiera. (…) Una teleoperadora encantadora. (…) Perdone. Es mi novio, que no sabía con quién estaba hablando. Bueno, que pase una tarde fantástica, y gracias por interesarse por nosotros. Es preciosa mi hija. Tiene unos ojos negros...