domingo, junio 21, 2009

Esas pequeñas grandes cosas

Desde hace unos meses doy una hora de clase semanal a una alumna muy especial. La clase consiste en conversar en francés. Nos vemos en una maravillosa casa solariega de la Vega de Granada. Y además tomamos juntos un rico desayuno que prepara para los dos esta señora elegante, enérgica, divertida, instruida y de mirada abierta y curiosa; vamos, tal como yo quiero ser de mayor. Tiene casi 75 años y nuestra conversación le permite contarme la historia de su familia y otras Grandes Historias, de Granada, de su vega, de los pueblos, e incluso de Argentina, de Mendoza. Yo estoy encantado porque admiro a la gente mayor que está de vuelta de todo, que han atravesado trances difíciles sin sucumbir por el camino. Y no solo no han sucumbido, sino que han salido fortalecidos porque sobre todo les interesa la vida y el género humano, con todas sus mezquindades, pero también con todas sus grandezas. Para ello, lógicamente, hay que tener buenos mimbres, una educación cuidada y una curiosidad natural por aprender y por comprender. No sé si considerar esta hora de conversación como un trabajo; en realidad, no lo es: es, más bien, un regalo. Media una transacción económica, en efecto, pero lo haría igualmente sin ella; lo seguiré haciendo cuando las cosas cambien, cuando mi situación financiera mejore. Espero poder seguir haciéndolo porque este encuentro, con todo lo que acarrea, aleja de mí los demonios que revolotean por mi cabeza. Salgo de casa en bicicleta con la fresca, sobre las 8h15. La primera fase es un paseo por la ciudad; ya no me da miedo meterme en el tránsito del Camino de Ronda y las rotondas en general. Hay que ir con mucho cuidado, ser prudente, pero también pienso que los automovilistas son respetuosos. Bueno, hay de todo, y tocaré madera para que solo me tropiece con los que respetan a los demás. Abandono la ciudad en el punto, bajo la autovía, donde se coloca el Circo, e inicio una travesía asfaltada por la Vega de Granada. Me siento feliz. Me da el aire fresco en la cara. Se ven las acequias por las que se oye el agua correr, los maizales, los árboles frutales, cortijos recuperados y envidiables para vivir ahora; secaderos de tabaco, campos llenos de frutales; Sierra Elvira, Sierra Nevada, la ciudad que se va quedando atrás; siguen los coches, sí, pasa algún ciclista… Atravieso el río Genil, muy caudaloso actualmente comparado con estos últimos años; se adivinan varios pueblos que casi están pegados: Churriana, Las Gabias, Vegas del Genil… Y abandono el asfalto para coger un camino de tierra. Me siento como un inglés, yo que no tengo el menor ramalazo británico, por la campiña; como el protagonista de Noticia bomba cuando escribía su página botánica para el periódico, antes de ser enviado especialmente a Ismailía. La víspera del día del encuentro, mi alumna y yo hablamos por teléfono para confirmar. Podemos organizarnos como queramos y podemos alterar la cita, si nos conviene. Suele acabar la conversación con una despedida rotunda y como Dios manda. ¿Qué es eso de hasta luego o chao? Ella dice “Adiós”, que es lo que se dice. Y en la conversación suele tener cabida esta frase: “Bueno, pues a las 9h tienes el zumo hecho”. Y yo sonrío. Prepara un desayuno maravilloso, en su gran cocina moderna y blanca con ventanales y vistas, entre los árboles, hacia los pueblos circundantes y, en primer término, la piscina. Aceite ecológico traído de Quesada (Jaén), tomates ecológicos, pelados porque a ella no le gusta esa piel; el zumo de naranja recién exprimida; y un gran vaso de café con leche (colada: ella no soporta la nata o el telo, según dicen en otras latitudes). Llego al cortijo, por un camino bordeado de árboles, entre ellos, membrillos, dejo mi bici en el patio con galería y columnas de piedra, aperos varios, una prensa cuyo uso desconozco –tengo que preguntarlo-, un pilar, pimientos secos colgados con toda una historia detrás, y un montón de plantas recién regadas, y subo directamente a la cocina. Y empezamos a hablar en francés, las cosas de cada día, el libre discurrir de la conversación; con frecuencia salen palabras que desconozco y las anoto para buscarlas y decírselas en el siguiente encuentro. La conversación nos lleva de un lugar a otro, de una ciudad a otra, de una persona de su familia a una de la mía; de un libro que ella esté leyendo y que luego comentará en grupo en una biblioteca pública, a una noticia del periódico. A los dos nos gusta la información local, nos interesa saber lo que ocurre en nuestra ciudad. Y tenemos previsto ver una tarde de este verano que empieza una película que a mí me encanta, como todos los que me conocen saben: Les glaneurs et la glaneuse. La veremos en francés, claro está, porque ella tiene muy buen nivel y está preparada para ello. Tengo muchas ganas de saber qué le parecerá. Ella siempre dice que no quiere perder nuestras clases; yo tampoco quiero perdérmelas: es una cita muy importante para mí. Ella dice que los dos aprendemos, y así es, aunque creo que más que enseñarle yo a ella es ella la que me enseña a mí.

sábado, junio 06, 2009

Versión del Cuestionario Proust respondida por Roberto Bolaño

¿Cuál es el defecto propio que deplora más?. Yo soy una persona llena de defectos y todos son deplorables. ¿Cuál es el defecto que usted deplora más en otros?. La intransigencia, la prepotencia, la intolerancia. ¿Cuál es su estado mental más común?. En los lindes de la idiotez, como casi todos los seres humanos. ¿Cómo le gustaría morir?. Haciendo el amor. (En realidad, a cualquiera le gustaría morir así.) Si después de muerto debe volver a la Tierra, ¿convertido en qué persona o cosa usted regresaría?. Un colibrí, que es el más pequeño de los pájaros y cuyo peso, en ocasiones, no llega a los dos gramos. La mesa de un escritor suizo. Un reptil del desierto de Sonora. Y si pudiera elegir un personaje de ficción, ¿cuál escogería?. Super Ratón. Bugs Bunny. Speedy González. ¿Cuál es su mayor extravagancia?. Mi gran colección de wargames de mesa y mi pequeña colección de wargames de computador. ¿En qué ocasiones miente?. Cuando hablo de pintura abstracta. Cuando hablo de poesía metafísica. ¿Qué persona viva le inspira más desprecio?. Son muchos y ya soy demasiado viejo como para establecer un ránking. ¿A qué persona viva admira?. Admiro a las madres y abuelas de la Plaza de Mayo. A gente como ellas. ¿Qué palabras o frases usa más?. "Joder" y "coño". ¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?. Mi felicidad imperfecta: estar con mi hijo y que él esté bien. La felicidad perfecta, o su búsqueda, engendra inmovilidad o campos de concentración. ¿Cuál es su mayor miedo?. Cualquier cosa que pueda hacerle daño a mi hijo. ¿Cuál es su mayor remordimiento?. Son muchos y se acuestan y levantan conmigo y escriben conmigo porque mis remordimientos saben escribir. ¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente?. El éxito, pero el éxito no es ninguna virtud, es sólo un accidente. ¿Qué le disgusta más de su apariencia?. A los 46 años, si algo me disgustara de mi apariencia sería un gilipollas. Todo me disgusta, pero lo asumo con resignación. ¿Cuáles son sus nombres favoritos?. De hombre, Lautaro. De mujer, Carolina, Lola, María. De perro, Laika,Duque, Popi. ¿Qué talento desearía tener?. Saber tocar la guitarra. Saber jugar al fútbol. Ser un buen jugador de billar. ¿Qué le desagrada más?. La mala educación. ¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?. Yo he sido siempre feliz. Al menos, razonablemente feliz. Y en lugares y fechas en donde la felicidad no era precisamente lo que más abundaba. Si pudiera, ¿qué cambiaría de su familia?. Nada. Primero porque no puedo. Segundo porque es imposible. ¿Cuál es su mayor logro?. Mi mayor logro sería que mi hijo me recordará con cariño. Y que mis amigos y amigas, de vez en cuando, también. Pero eso es una batalla futura. ¿Cuál es su posesión más atesorada?. Mis libros. ¿Cuál es la manifestación más clara de la miseria?. Los niños que mueren de hambre, los que mueren por enfermedades fáciles de combatir, los niños que sufren abusos sexuales, los niños que tienen que trabajar, los que son maltratados por sus padres. La manifestación más clara de nuestra miseria y de nuestro fracaso como seres humanos es eso y es Auschwitz. ¿Dónde desearía vivir?. Si tuviera mucho dinero, en Andalucía, sin escribir ni hacer nada,pasarme el día en los bares y conversando. ¿Cuál es su pasatiempo favorito?. Ver videos hasta las cinco de la mañana. ¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en una mujer?. La inteligencia y la bondad, igual que en los hombres. En tercer lugar el humor, aunque si hay inteligencia y bondad el humor se da por añadidura. ¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en un hombre?. Vaya, creo que esta pregunta ya está respondida. Añadamos una cuarta cualidad, deseable pero no exigible: el valor. ¿Cuál es su héroe de ficción favorito?. Julien Sorel. El Pijoaparte de Marsé. Horacio Oliveira de Cortázar. El Superman de mi infancia. El atormentado Spiderman. Drácula. Sherlock Holmes. El padre Brown. Don Isidro Parodi. El Cristo de Elqui. ¿Cuáles son sus héroes de la vida real?. Los mismos que ya he mencionado. Añadiría a Misael Escuti y a Honorino Landa. Añadiría a Baudelaire y a Oscar Wilde.

jueves, junio 04, 2009

Esto también se pasará

Nunca me había visto en un estado de miseria tan poliédrico. A la ruina económica –de la que hablo con la boca pequeña y cruzando los dedos para quedarme tal como estoy y no ir a más, es decir, a mil veces peor, se suma una ruina moral, un desencanto casi general, el convencimiento profundo, al que no miro de frente, de que no saldré de este pozo negro, de que terminaré haciendo uno de esos trabajos matadores sin cualificar para convertirme en un señor gordo embrutecido que pasa los veranos en el mismo sitio donde transcurre su invierno. Eso sí, alguien que escribe con buena letra y sin faltas de ortografía. Sigo intentando defender mi dignidad, sigo intentando sacar cuello, pero cada vez es más difícil. Voy perdiendo la capacidad de concentración; no tengo un objetivo claro que desee alcanzar con todas mis fuerzas y, en realidad, lo único que deseo es pasar desapercibido, no molestar en mi entorno, pasar de puntillas, no hacer ruido. Meto la cabeza bajo el ala, como el avestruz. Consumo cultura de manera casi individual, en la soledad, en una mecedora que chirría, con mis músicas muy bajitas, ambientado con un cono de incienso, a veces con un vermouth, observando ordinarieces varias desde la ventana –bajo mi ventana, colocan varias terrazas con sillas y mesas de plástico; mucha gente acude abducida por el intenso olor de la fritanga; para redondear el cuadro, colocan en la mesa un teléfono móvil con una música ratonera por la que deberían quemar vivos a todos cuantos participan en su difusión-… Intento compensar el desánimo con bonitas canciones, con nuevas o viejas lecturas, con películas que descubro o que recupero. Intento imaginar que esto también se va a pasar. Por eso me gusta escuchar a las personas mayores lúcidas y críticas, que están de vuelta de todo, que las han pasado canutas y ahí están, con un mirada sabia sobre la vida y sobre este periodo de franca decadencia que atravesamos. Esto también se pasará.