martes, agosto 30, 2005

Rizar el rizo

- Chica, ¿y ese anillazo? - ¿Te gusta? Es mi tía Práxedes. Murió hace un mes. - (...) - Sí, como te lo estoy diciendo. Te lo hacen en la funeraria. Para mausoleo, como ella quería, no dejó dinero suficiente. Morirse es carísimo, ya lo sabes; no todo el mundo puede permitírselo. Y un nicho nos parecía algo demasiado impersonal, como de fábrica en serie. Horrible. Así que bueno, tampoco la íbamos a tirarla al cubo de los restos orgánicos. Hemos recurrido a lo más práctico, que era incinerarla, y de paso, por un poco más, nos han ofrecido devolvérnosla en este pedrusco. Es un diamante de un quilate, que se dice pronto. Si hubiera sido un poco más gruesa, habría dado también para un colgante a juego. - Pero ¿quién os ha ofrecido eso? No entiendo ni una palabra. - Pues la funeraria; Emucesa, si quieres más detalles. Y en concreto una chica con mechas que no dejó de masticar chicle en todo el tiempo que estuvo hablando con nosotros. Pero las mechas no tienen nada que ver, ¿eh? Bien, al parecer las empresas de servicios funerarios de mi ciudad no quieren quedarse atrás en lo que se refiere a estar al Último Grito en Innovación. Lo desconozco todo sobre los entresijos de las empresas que cubren el arco de Servicios-que-empiezan-aquí-y-terminan-en-el-Más-Allá, pero me hago una idea por tres razones: 1. Vivo justo enfrente de Funerarias S.A, y sé que esa gente no se conmueve ante un difunto, a menos que estemos hablando de Cifras Respetables. Además, lo tienen todo recubierto de mármol de Macael; sospecho que solo les falta las fundas dentales; 2. Soy un fan de la serie A dos metros bajo tierra (Six feet under); y, sobre todo, 3. He leído Los Seres Queridos (The loved one) del gran Evelyn Waugh.
Por ello me reafirmo en mi sospecha de siempre: morirse es un lujazo que no está al alcance de todo el mundo. Y aquí es donde, en mi opinión, cobra sentido esta novedosa aportación –al menos para Granada- de la empresa municipal de cementerios y servicios funerarios: si te reconviertes en diamante, te puedes pagar tu propio tránsito. No está mal, ¿no les parece? El diamante debe de costar caro porque será único, claro: tía Práxedes no hay más que una.
Y luego están los sentimientos, que también cuentan. En el prospecto explicativo aclaran, textualmente, que se trata de una forma de “materializar el recuerdo de los allegados y llevarlos para siempre consigo, engastados en una anillo o en un colgante”. De este modo, se podrá permanecer unido al ser querido “sin límite de tiempo ni lugar”. Ante esta afirmación no sé qué aducir.
Aprovecho la ocasión para darles una alegría a los partidarios de la cirugía plástica –partidarios que deberían cambiar de opinión ipso facto solo con ver una foto reciente de Burt Reynols-. Pero bueno, como hay personas que necesitan algo más que pruebas, Emucesa sigue apostando por la cirugía, vivo o muerto. Y ha habilitado un interesante taller de tanatopraxia, cirugía estética de recomposición de cadáveres para “poner más bello al muerto”. Si el sueño de tu vida era ponerte la nariz de Nati Abascal –la operada, claro, no la que sacaba en Bananas, de Woody Allen- y no te dio tiempo, ahora con Emucesa puedes hacerlo realidad en tu Viaje-sin-fin. Emucesa puede ponerte la nariz de Nati. O 20 narices más si lo dejas bien claro en tus Últimas Voluntades. Emucesa es así: toda innovación tiene un sitio en esta empresa.
Y me imagino que recibirán toda idea o sugerencia con los brazos abiertos.

miércoles, agosto 24, 2005

¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?!

Recurrir al título de un libro, de una película o incluso de una marquesa viuda con fama de felatriz, podría parecer un tópico –de hecho, lo es-, pero la vida tiene a veces momentos tan cutres que recurrir a los tópicos es solo guardar un poco de coherencia para impedir que todo a tu alrededor salte por los aires. ¿Qué he hecho yo para merecerme tener que pasar 15 minutos viéndole la cara al artista que aporrea el cajón flamenco justo debajo de casa entre las 21h y las 23h? Pues no lo sé; tal vez, simplemente desear cobijarme debajo de un techo con unas bonitas vigas de madera, un gran recibidor, dos salones y seis balcones, tres que dan a un patio andaluz con su fuente (seca) y plantas que han conocido mejores tiempos, y tres que dan a la calle, con su bonita Funerarias S.A. enfrente, su iglesia de la Encarnación un poco más abajo, una casa en su justo punto de decadencia en la otra esquina de la plaza y que tiene un pequeño torreón en el que yo instalaría un agradable estudio. En la calle, además, un día a la semana instalan el mercado, con sus puestos de salazones, de quesos, de especias, de dulces, de ropa (a la que tendré que enfrentarme posteriormente sin poder plantear preguntas tan básicas como “¿Por qué?” o “¿Cómo te has atrevido a cruzar la puerta de tu casa así?”), de frutas y de los más variados e imaginativos artilugios.
Además, al final de la calle hay un parque, una heladería –aunque los mejores helados para mí seguirán siendo siempre los de Iglú, a unas cuantas horas de avión de donde me encuentro-, una divertida tienda de comidas y un palacio en ruinas.
En estos días, me gusta levantarme temprano porque cuando lo hago ahora ya no es de noche; está amaneciendo. Dentro de poco, todavía será de noche y lo llevaré bastante peor. Agradezco cada día cruzar esta plaza a pleno sol para dirigirme a la oficina, que está en un ático desde el que hay una vista bonita (sin ser excepcional), y en ese camino hago la previsión meteorológica del día. Estoy llamado a convertirme en el Paco Montesdeoca –citado con todo el cariño, claro- de esta miniciudad. Yo que odiaba hablar del tiempo, ahora me veo obligado a dedicarle unos cuantos minutos diarios e incluso ir más lejos: “Una mañana más el sol es el protagonista absoluto del cielo sobre Berlín. Se esperan vientos flojos de componente Norte hacia el interior. Temperaturas en ligero ascenso. La máxima prevista para hoy es de 35 grados, de los que ya hemos alcanzado 18”.
En este trabajo puedo tratar las cuestiones que estime oportunas, puedo aprovechar para plantear las preguntas que siempre quise hacer –excepto las citadas más arriba- y nunca me atreví; puedo incluso permitirme una cuota de ironía suficiente porque no tengo ningún compromiso adquirido (por ahora), etc, y estoy explorando un lado (nada salvaje) de mi vida. Y a ello le dedico casi toda mi energía últimamente. (Sobra decir que perdería el tiempo si me reservara un poco para la noche).
Pero al llegar a casa por la noche no quiero sentir que cruje el suelo que piso porque abajo están haciendo ruido ensordecedor que me impide tener una conversación por teléfono, escuchar lo que cuentan los informativos o leer a Cervantes. Ellos lo llaman arte, pero yo soy más prosaico y lo identifico como tronidos, zumbidos, jaleo, escandalera, contaminación acústica e incluso tapage, chahut o brouhaha. No voy a reproducir el tête-à-tête que tuve anoche con el sujeto citado, pero supongo que si no se aviene a razones –es decir, que concluya de ser tan creativo y tan artista debajo de mi casa a las 22h en punto, y todavía tiene que agradecerme el detalle de no ser mucho más resolutivo y exigir que mientras yo esté allí tendrá que respetar los límites permitidos de decibelios- pues tendré que ampliar mi círculo social con el personal policial de la ciudad. “¡Ah, un uniforme! ¡Qué gran idea!” (F.L.)

jueves, agosto 18, 2005

Paripé

Esta entrada debería estar dedicada a PARÍS, que como escribió Vila-Matas, no se acaba nunca.
También podría llamarse Pasos perdidos, que es el título de una película de Concha Velasco -que no he visto- y también la mayoría de los que yo doy. Me da vergüenza volver al cabo de tanto tiempo y, en lugar de contar cuánto quiero a mi familia viperina y a mis amiguitos los áspides, o unas vacaciones en Zanzíbar, ponerme a sumar desastres a los que ya leemos cada día como los incendios forestales o los recientes accidentes de avión.
Pero me temo que mis cursillos acelerados de arte dramático no me aportan suficientes recursos como para seguir haciendo el paripé durante un rato más hoy. Mañana ya veremos. Y es que:
1. La gente analfabeta ostenta puestos en los que se toman ciertas decisiones, y en algunos casos además son maleducados;
2. Cuando alguno de estos que deciden no reconoce la diferencia entre vigésimo y veinteavo, o sitúa a Chipre en Sicilia -supongo que en ese caso Sicilia será una de las islas Bermudas- , y tú estás en la misma habitación, indudablemente te has equivocado de sitio;
3. Si la halitosis de tu jefe ocupa un puesto en la oficina, quizá sea ahora el momento de operarte por fin de sinusitis. Ya no tienes que recurrir a la anestesia, con lo molesta que dicen que es. Ah, y por supuesto también puedes prescindir para los restos del rizador de pestañas;
4. Si la gente te cuenta las pesadillas de su hermana pequeña justo después de decir "Hola", empieza a correr y no pares mientras te queden fuerzas;
5. Si todos tus deseos se concentran en pronunciar la siguiente frase: "Me pareces grotesco", pues está claro que debes de plantearte tu vida de la A a la Z.
No prometo nada, pero me gustaría recuperar la sana costumbre de volver a escribir a diario.
¡Feliz fin de semana!
Hoy todos los besos van hacia Chicago.