El tiempo es lo que uno quiera. O debería serlo. En mi círculo social más próximo el sábado pasado decidimos clausurar 2006. Ya estábamos hartos –por lo menos, algunos de nosotros-. Así que nos planteamos que ya era hora de abrirle los brazos de par en par a 2007. Esa noche aprovechamos para inaugurar una hermosa casa en el centro de la ciudad, para mezclarnos un grupo de gente heterogéneo –no todo va a ser homo-, para reír, para ponernos un poco alegres a golpe de brindis con champán, para bailar, para criticar a algunas de esas que no conocíamos de nada y que miraban a nuestras amigas como si fueran a robarles el marido –lo que, de hecho, era cierto, sobre todo porque el marido en cuestión estaba deseando darse una buena sesión de tetas ajenas a cambio de una erección de ensueño-, para degustar un rico buffet frío preparado con mucho cariño, para bailotear una música que otros calificarán de horrible, pero que a mí me gusta: Mi gran noche, de Raphael; La chinita de Shanghai, de Vainica Doble, …
Me parece importante darse la oportunidad de alterar la inercia de los acontecimientos para volverlos a nuestro favor, para darles la vuelta, para expresar que nos rebelamos a aceptar la vida como una apisonadora; no, señor: queremos vivir y vivir felices; asumimos las dificultades, los contratiempos y los riesgos, pero que no cuenten con nosotros para quedarnos encerrados en casa lamiéndonos nuestras heridas. Que no cuenten con nosotros para conformarnos con menos que la excelencia. Porque nos merecemos la excelencia, como dice mi amigo J. E invertiremos en esta búsqueda toda la energía que haga falta, llamando a las puertas que se pongan por delante hasta que por fin una de ellas se abra, una puerta de color en una fachada blanca con el interior del marco pintado de azul intenso, una puerta que nos reserva un paisaje que espera que lo descubramos solo nosotros. Entregaremos el corazón otra vez, tendremos taquicardias y nos lo volverán a romper, pero lo importante es estar convencidos de que no nos conformaremos con un corazón roto: tenemos que recomponerlo, como un arqueólogo que logra ordenar por fin todas las teselas de un mosaico romano. Quizá con este nuevo corazón reconstruido tengamos que arrastrar un dolor sordo crónico, pero eso no impedirá que siga latiendo y bombeando emociones, queriendo encontrar un alma gemela, otro corazón quizá igualmente lleno de cicatrices. Y ambos corazones serán más verdad que cualquier corazón impoluto envuelto en papel celofán (o enmarcado por impecables lápices afilados).
Como regalo, os hablaré de una canción: É isso aí, de Seu Jorge y Ana Carolina. Para quienes no los conozcan, se trata de dos cantantes cariocas, que hacen aquí una versión en portugués del tema principal de la película Closer, interpretado por Damien Rice: The Blower’s daughter, una hermosa canción también. De hecho, Closer sigue siendo desde que la vi una de esas pelis a la que vuelves con frecuencia, por una razón o por otra. Tengo ganas de volver a verla.
Podéis ver un vídeo de la canción de la que os hablo en esta dirección: http://www.youtube.com/watch?v=CjmLI0VyLmM
¡Disfrutadla!
Y disfrutadme a mí, porque pienso volver. ¡Feliz 2007!
martes, noviembre 28, 2006
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