sábado, febrero 24, 2007
El final de Piedras (2002), de Ramón Salazar
CARTA DE LEIRE DESDE LISBOA A SU AMIGO JAVIER
“… Enhorabuena por ese novio médico estupendo que te has echado, no muy guapo, pero con una interesante nariz grande, aficionado a Mafalda como tú y melómano (…) Pues a ver cuándo me hacéis una visita tú y tu novio para que os dé el visto bueno.
Lisboa es rara, Javier. Es una ciudad en la que tengo recuerdos de cosas que no he vivido. Pero eso me hace ir despacito, más tranquila, con dos dedos, torpe, pero acertando en las letras que quiero dar. Estoy tranquila. Por fin. Al menos ya no siento que me muero por dentro. Eso es bueno, ¿no? Y tengo ganas, pequeñas, pero ganas de empezar otra vez y olvidarme de que esta y cualquier otra ciudad a veces está tan triste como yo. Y notar que estoy cambiando, aunque solo sea un poco. Bueno, si es mucho, mejor. ¿Has visto qué egoístas nos volvemos cuando estamos solos? Espero que tu novio el médico tenga cura para el egoísmo. ¿Tú crees que nos enamoramos solo para no estar solos? Yo creo que me he enamorado de un chico. Bueno, de su cogote. Me encanta el cogote de un conductor de tranvía al que no conozco.
Espero que lo que tienes ahora sea lo que siempre soñaste tener. ¿Dónde irán los sueños cuando no los conseguimos? Porque a algún sitio tienen que ir. Aunque creo que al final los sueños no son más que una excusa, pero una excusa muy gorda: son la excusa para vivir. Por eso a veces también se convierten en la mirada nostálgica de lo que nunca fuimos. ¡Qué putada, Javier! Asumir que nunca serás lo que siempre deseaste. Ni esperarlo siquiera. ¡Joder! Deseo, deseo, deseo, deseo. Quiero con todas mis fuerzas ser feliz, y con eso hacer un poquito felices también a los que me rodean. Eso es lo que siempre quise.
¡Ay, qué bien! ¡Qué bien Lisboa, Javier!
Besos, ”
domingo, febrero 11, 2007
Renée Le Calm
Este fin de semana he programado en casa una sesión doble de cine francés: “Cada uno busca su gato” (1996) y “Cuatro estrellas” (2006). De la primera, que ya la había visto en su estreno, tenía un grato pero desdibujado recuerdo. Me ha gustado mucho recuperarla: es una película fresca, sin grandes pretensiones, amable, divertida, en la que se idealizan las relaciones humanas de un barrio de gran ciudad. Aquí está representado por sus entrañables viudas jubiladas, un perfecto ejército organizado para ayudarse y ayudar a quien estimen que lo necesita. En este caso, todas se vuelcan para encontrar el gato perdido de una joven maquilladora en los alrededores de La Bastilla. Esta hermandad, esta colaboración, esta solidaridad, ya no existe. A menos que hagamos lo que esté de nuestra mano por recuperarla…
Me quedo con muchos elementos de la película: el piso de la protagonista, la parodia de las sesiones de fotos de modelos de maquillaje, el compañero de piso, la red perfectamente coordinada de las ancianas del barrio, las vistas de París desde lo alto de la columna de La Bastilla… Pero lo que ya no olvidaré es la señora mayor que se encarga del gato protagonista, Gris-Gris. Ella es madame Renée y está interpretada por una actriz –quizá no profesional, no lo sé; esta fue la primera película en la que aparecía acreditada- llamada Renée Le Calm. La primera vez que vi está película hace 10 años sí la olvidé, pero esta vez ya no será así. Tiene la voz cascada, es bajita, graciosa sin pretenderlo, anda cojeando, tiene un gran amor a los gatos –sin que por ello pierda los papeles- y la conoce y la quiere todo el barrio.
Pues bien, Renée Le Calm sigue viva, afortunadamente, y ligada al cine. Lo descubrí en la segunda película de la sesión. Los dos minutos en que aparece antes de los títulos de crédito en “Cuatro estrellas” le bastan para convertirse en lo mejor de la película. Apenas cuatro frases, cuatro breves réplicas y crea un personaje maravilloso, divertido, ácido, madame Poilloux, del que ya no te olvidas en todo el film, por lo demás, una comedieta ligera, bien interpretada, pero sin más. Sin embargo, solo por esta secuencia inicial hilarante, merece la pena verlo.
Sirvan, pues, estas líneas como sencillo homenaje a esta actriz entrañable que me ha hecho pasar tan buenos ratos. Sirvan también para llamar la atención sobre ella y sobre tantos actores de reparto sin los cuales las películas no alcanzarían su grandeza en unos casos o no tendrían interés alguno en otros. Le seguiré la estela, señora Le Calm. Gracias.
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