Pues tengo que disculparme ante Vds. por varias razones. En primer lugar, por haber desaparecido durante una semana sin explicación previa. Y, en segundo lugar, por ofrecerles ahora una explicación digamos (otra vez) escatológica. Al final podré sacar un pequeño monográfico con este asunto que, por otro lado, representa la pasión desaforada de algunos.
En efecto, la letra eñe me ha mantenido estreñido durante una semana. Con auténtica saña, añadiría yo. No sabía cómo afrontarlo, y lo he somatizado replegándome sobre mí mismo de tal manera que las consecuencias podrían haber sido fatales. A pique he estado de convertirme en una Carmen Balcells II incapaz de franquear el umbral de mí casa; incluso he llegado a pedir catálogos de chaises longues.
Fran Lebowitz en su Abecedario de resoluciones para el Nuevo Año… para los demás no tuvo el menor reparo en saltarse esta letra. Pero es que ella no la necesita. Y yo sí. Y además, desgraciadamente, yo no soy Fran. Así que ella pasó del “Nunca antes de que llegue el éxito pienso vestirme de gala” directamente a “Ostensiblemente, las frambuesas, aun fuera de estación, no son una sustancia controlada. En mi condición de propietaria de restaurante, tengo acceso fácil y legal a ellas. Seré más generosa” sin que le temblara el pulso. Y yo no podía permitírmelo.
Porque sí: yo necesito esta letra para, por ejemplo, desmontar las artimañas y añagazas de un miembro de la clase activa especialmente beligerante en confundir sinceridad con impertinencia. No quiero entrar hoy en detalles para no recaer en mi antiguo mal.
Y también la necesito para seguir creyendo en los sueños, que junto con los recuerdos y la imaginación, abren el sorprendente camino de la aventura.
Así que bendita sea la eñe, a pesar de todo. Y ¡benditos sean los laxantes!, dicho sea de paso.
domingo, julio 03, 2005
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1 comentario:
Pues, espero que sepa perdonarme usted, pero no he entendido nada.
O casi.
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