Pues sí: ha llegado la hora de poner fin, sin vacilación, a esta agonía. Tengo la intención de volver, claro, con otra mirada en algunos casos, más tranquilo; querré hablar de otras cosas también, aunque no pueda sustraerme a criticar a esa gente -mi vecina, sin ir más lejos- que tiene la incapacidad absoluta para disfrutar de cualquier cosa -y creo que eso va más allá del yugo de la moral judeo-cristiana- porque me resulta agotador. Ayer coincidí con ella en el portal; me contó que había comprado un piso, en bastantes buenas condiciones para como está el patio. Bueno, pues fue incapaz de manifestar el menor signo de alegría. Como en cualquier circunstancia, por otro lado. A cualquier argumento ventajoso que yo adujera, ella, cuando lo escuchaba, respondía con un mohín. Chica, quizá puedes leer Muertes de perro, de Francisco Ayala. Quizá te dé alguna idea. O basta con que abras el periódico: de Haití a Líbano, pasando por Sudán, tienen un montón de razones para quejarse.
Por otro lado, ya hemos entrado en septiembre, que es mi mes favorito, con diferencia. Como acabamos de inaugurarlo -estoy de inauguraciones últimamente- mi principal propósito es convertirlo en especial. Y promete.
Antes de despedirme y cerrar, quiero enviar mi mejor abrazo a mis lectores, especialmente a María de Rumania, a Tacón Amargo, a Manuel, al Dr. Said y a Ghallufeiro. Gracias por haber pasado por aquí. En cuanto termine de instalarme, espero recuperar la lectura de vuestras bitácoras. Y que volvamos a reencontrarnos.
Hay veces que los duendes también mueren. Yo espero que solo estén de viaje. Y que regresen, aunque tarden como Ulises.
Cortinilla de cierre y carta de ajuste.
sábado, septiembre 02, 2006
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2 comentarios:
¡Vaya por Dios!
Pues mucha suerte, Vipére. Le esperaremos atento.
¡Feliz Septiembre!
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