Mi inquisitivo intelecto venía dándole vueltas a un asunto crucial que ha convertido algunas de mis noches en un agotador vía crucis: ¿qué necesita el hombre –y la mujer y el travesti- de hoy para ser modestamente feliz? El otro día en uno de esos infernales sistemas de transporte público que me veo impelido a tomar de vez en cuando tuve la revelación: el hombre –y todo bicho viviente- necesita, además de un tiránico asesor de imagen, un foniatra de cabecera. Así nos ahorraríamos algunos homicidios.
El hombre necesita a alguien que descubra cuál es el timbre de voz que mejor le va, o que en su defecto lo persuada de que ganará más estando callado –un timbre estridente está muy bien como señal de fin de jornada en una oscura fábrica de cacerolas, pero no en las cuerdas vocales de una chica que podría pasar por fina si no abriera la boca-; necesita a alguien que le enseñe a vocalizar –al paso que vamos, acabaremos utilizando el sistema fonológico español para hacernos un bonito collar hawaiiano con él-; alguien que le demuestre que la risa es muy sana, pero, en un aula, no debe ser confundida con un desprendimiento de rocas en plena calzada; y alguien al fin, que le convenza de que, si su aparato fonador funciona a pleno rendimiento, no tiene por qué convertir las manos en armas arrojadizas para dar énfasis a palabras como mogollón, tío, tía, qué pasa o por mis huevos. No hay ninguna ley que obligue a subrayar cada palabra balbucida con un gesto de las cejas, de la nariz, de la boca o de las manos, o peor, con una delirante combinación de todos ellos.
La revelación venía con un anexo debajo del brazo. En un segundo estadio, una vez que hubiéramos logrado esto, habría que ponerse a formar con urgencia a una legión de guionistas. Un signo de evolución de los tiempos y de que el lugar común de que otro mundo es posible significa realmente algo sería que la gente supiera exactamente, antes de salir a la calle, qué frases tiene que pronunciar, y que sustituyera -cuando consigues entender alguna palabra de las que grazna- sus alocuciones o dicterios de hoy:
-"… y yo, tía, le dije que el marrón, tía, era suyo…
-… cuando terminas de pagar la comunidad, la contribución, los muertos, la hermandad, la electricidad, el teléfono… y cualquier día esta burbuja estallará y nos quedaremos con el culo al aire…
- … es un desastre (…), como si le hablaras a un cubo…
-… sí, ¿no lo sabías? Pues no se habla de otra cosa… ¿En qué mundo vives?
-… y vino la policía a decirnos que bajáramos la música (–una música horrible, seguro). Con un cebollón, tronca, que pillé… Y Valdés echó la pota en la calle…
-… la cola es allí, señora, por si no lo ha visto. Es que tiene cojones… en mis propias narices… Cuarto y mitad de chopped de pavo".
por frases con sentido. Simplemente.
Bien, pues el día que dejemos atrás estas disparatadas composiciones –y con la ayuda de un foniatra entregado a su trabajo, claro- habremos avanzado casi tanto como cuando se descubrió la penicilina.
Para abrir boca en esta necesaria revolución, les propongo algunas frases de Eva al desnudo, gentileza de Joseph Leo Mankiewicz, que tuve la suerte de volver a ver el otro día en la filmoteca.
1. –"¿Y tú te llamas autor dramático? Una situación preñada de posibilidades y lo único que se te ocurre es decir que os marcháis.
–Me parece una excelente idea.
–Pero no representable.
2. –…obras de autores que murieron hace 300 años.
–¡Todos los autores deberían haber muerto hace 300 años!
3. –Ya es hora de que el piano sepa que ha sido él el que ha escrito el concierto.
4. – Ciertamente tuve épocas mejores, pero francamente no estoy dispuesta a que se me compre con un simple cocktail como si fuera una tanguista.
5. – Margo, hagamos las paces.
– Los términos son muy duros: rendición incondicional.
6. –… las cosas que se dejan caer al subir la escalera para avanzar más rápido y que luego te hacen falta para volver a ser mujer. Telón lento y final.
7. – Entre nosotros, todo el mundo es culpable mientras no demuestre su inocencia. Es una diferencia entre el teatro y la civilización.
8. –… hay tres días para arreglar los papeles, análisis de sangre…
– Yo me caso contigo aunque resulte que no tienes sangre.
9. – Ya no haré jamás papeles que no me vayan solo porque no tengo nada que hacer por las noches.
10. – … volveré, si ustedes lo desean, claro, porque mi corazón está aquí, en el teatro…
– (…)
– Hablaste bien, Eva, pero no tienes que preocuparte mucho por el corazón. Siempre puedes poner ese trofeo en su lugar".
1 comentario:
Yo también la vi el otro día… ¡Qué maravilla! "No sabes nada de sentimientos, naturales o antinaturales". "Recuérdame que te cuente la vez que miré el corazón de una alcachofa". "Agárrense los cinturones. Esta noche vamos a tener tormenta".
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