martes, marzo 29, 2005
Los chándales
Lo he dicho ya en otros foros -perdonen que me repita, como el ajo, de lo que por otro lado tendré que hablar más adelante-, pero es que se me abren las carnes cada vez que salgo a la calle y veo que medio país ha sucumbido a la tiranía del chándal. ¿Pero es que nadie piensa hacer nada al respecto? ¿Los legisladores de turno no se sienten interpelados? No sé entonces para qué se les paga. ¿O es que solo me molesta a mí? No hay ética sin estética: eso lo sabe hasta un niño de pecho. Así que todos esos amantes acérrimos del chándal tienen el infierno ganado a pulso. Los chándales deberían estar prohibidos. Pero para que vean que conozco el sentido de la palabra tolerancia, los admitiría cuando se utilizaran realmente para hacer deporte. En todos los demás casos me producen alferesía. ¿Es que a nadie se le ha ocurrido que se deben seguir los dictados de la naturaleza, incluida la del chándal? Todo el mundo se los pone para recibirte en casa, salir del hospital o de la cárcel, ir a clase -hay quien hasta este momento no ha repetido aún conjunto: combinaciones de 18 elementos de orden 18, ¡me veo incapaz de precisar el día en tendrá que repetir el modelo!- , ejercer de domingueros o simplemente para cruzarse conmigo. Voy a terminar por trasladarme al Aneto a vivir. El chándal no es una indumentaria socialmente aceptable. Cada día me doy más cuenta de que lo que el mundo moderno necesita es una policía estética. Un cuerpo de policías celosos de su trabajo nos ahorraría gran parte de los problemas que tenemos ahora, que por desgracia van mucho más allá del abusivo uso de esta satánica prenda. ¿Se imaginan Vds. a Leo Da Vinci vestido con un chándal? Pues entonces. ¿Creen acaso que Katharine Hepburn habría alcanzado la gloria vestida con un chándal? No, ¿verdad? El chándal es un estigma de la sociedad de hoy, como la tuberculosis lo fue en el pasado. ¡Qué telas, qué diseños, qué colores, qué cuerpos se esconden -Deo Gratias- debajo de ellos! Por no hablar de los complementos: las mechas que no faltan, las zapatillas de medio tacón o directamente los tacones, los oros, las esclavas grabadas Tu Maritere, la pelambrera que surge impetuosa cual selva, etc. ¡Es demasiado!
Aparte de a la gente que debe hacer ejercicio -que son legión, dicho sea de paso-, solo le permitiría llevar chándal a mi vendedor de ajos. Sí, el origen de esta prenda y de su nombre está en la que llevaban los merchands d'ail del siglo XIX en Les Halles. Así que la próxima vez que me cruce con alguien que va a mi paso y lleva chándal, le preguntaré por el precio de la ristra de ajos, que dicen que son tan buenos para activar el flujo sanguíneo. Y Vds. pueden hacer lo mismo y luego contármelo.
Necesito tomar un poco el sol. Estoy en la ribera del Ogooué.
À demain.
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