miércoles, junio 08, 2005

Globos terráqueos

Todo el mundo sabe que París es divino (Anita Loos dixit). Y sus tiendas, también, añado yo. De hecho, me apropio del gran hit de Carla Royo Vilanova para aplicarlo a París: “Tenemos un país, gracias a Dios, civilizado con muchísimas tiendas”. Ella lo aplicaba a España, pero es perfectamente extrapolable a muchos otros sitios. En realidad, a mí no me gusta ir de compras. Me gusta comprar ropa y zapatos bonitos, regalos, todo lo que necesito, pero no me gusta ir a buscarlo. Me gusta ir de librerías, si es que se puede decir así. Pero aborrezco los centros comerciales y, por supuesto, ir a las rebajas. ¡Qué espanto! Para mí lo ideal sería que me lo trajeran todo a casa. Pero de París recuerdo una tienda del Marais que me fascinaba, por encima de las boutiques de los hauts couturiers de la Av. De Georges V. Era una tienda de globos terráqueos. Exclusivamente. Nunca me atreví a entrar en ella porque probablemente me habrían cobrado solo por parpadear delante de uno de ellos, pero me encantaba verlos a través del gran ventanal que tenía por escaparate. Los había de todos los tamaños; de madera vieja (o envejecida), de piedras de colores talladas siguiendo los caprichos de la geografía, de otros materiales menos nobles… Todos tenían particularidades distintas: los colores o los tonos, el soporte, las dimensiones, la antigüedad, etc. Además, los muebles que los sostenían también eran preciosos. Y, desde el escaparate, en un globo veía Madagascar y Arabia, en otro solo el Océano Pacífico y la Polinesia Francesa, en otro México y el Caribe y en otro Groenlandia y el Círculo Polar Ártico. Al cabo de un ratito de quedarme embobado delante del ventanal, me iba porque tenía la sensación de que la señora que se ocupaba de la tienda, con sus gafas, su moño italiano –tenía la deferencia de no teñirse el pelo- y sus 60 años, empezaba a dirigir su mirada hacia mí con demasiada frecuencia. Así que continuaba mi camino hacia casa. O hacia St Michel. O hacia L’étoile manquante. Y me iba pensando en Audrey Hepburn y diciéndome que un día me iría a merendar cualquier bollo de Chez Paul y un crème delante de este escaparate. Pero nunca lo hice. Por fortuna.

1 comentario:

Manuel dijo...

Desayuno con globos terráqueos! Qué bonita imagen...aunque no sé si yo cambiaría los diamamntes por globos, pero igual.