lunes, junio 20, 2005

Lucifer

Así es como me gustaría llamarme hoy, en lugar de Vipère. Yo creo que me va mucho más porque es ambiguo: a primera vista remite a la segunda acepción, cuando deberíamos quedarnos con la primera. Lucifer, según la RAE: (De Lucifer, príncipe de los ángeles rebelados). 1. m. poét. lucero (planeta Venus). 2. m. Hombre soberbio, encolerizado y maligno. Viene del latín: Lux, lucis (luz) y fero, fers, ferre (llevar), así que significa que lleva la luz. Pero luego la Iglesia se metió por medio, y un nombre que en origen era muy hermoso derivó en algo diablesco. Me parece que no es la primera vez que su intervención tiene un efecto semejante.
En realidad, es a mí a quien me gustaría alumbrar en primer lugar, como si llevara un potente y permanente casco de minero. Pero como soy de natural generoso, también me gustaría acto seguido llevar la luz dentro de unas cuantas cabecitas que probablemente ahora están bajo el efecto de un exceso de calor. Vamos, bajo el efecto de una insolación en toda regla. En fin, no vamos a cargar las tintas más de lo estrictamente necesario; cada cual es muy dueño de manifestarse a favor o en contra de lo que le dé la gana, o las dos cosas: a favor y en contra, cuando le plazca. De la misma manera que yo también puedo opinar sobre lo que me parezca. Así que hoy diré que encuentro insultante que un periódico que se jacta de representar el progresismo en España ya no se moleste ni siquiera en hacer el paripé para disimular su tendenciosidad. Es decir, hace exactamente igual que la prensa que representa los valores más conservadores. Por favor, ya está bien. No somos retrasados mentales ni necesitamos un hermeneuta. De hecho, no lo queremos. ¿Adónde vamos a tener que recurrir para informarnos? ¿A radio Patio? ¿O vamos a vernos obligados a tener todos nuestras propias fuentes? Uno de los principios elementales del periodismo es la clara delimitación entre opinión e información. Así que hay secciones (páginas o espacios en la radio) para informarse (y, luego, formar tu propia opinión) y otras para conocer la opinión del medio y de firmas más o menos solventes (y generalmente afines) y poder cotejarla con la tuya. Pero es inadmisible camuflar la opinión en la información y: 1. Dedicar casi media página de la sección de cultura a Jimmy Barnatán. ¿Que quién es y qué ha hecho? Pues eso quisiera saber yo. Es un chico de 24 años que al parecer sale en una serie de TV de éxito. Eso lo ha llevado a publicar una novela sobre la adolescencia y, dando un paso más, a declaraciones como “hay gente que cree que ser joven es igual a ser drogadicto y eso no es cierto (…) En las pasadas elecciones pedí el voto para Zapatero porque el mundo de la cultura estaba muy tocado con la política del PP (…) Creí que era el momento de pronunciarme y lo hice”. El hecho de que sus padres sean una peletera que cubre las pieles de la mitad de la clase política y de celebridades y de un pintor y escultor completamente desconocido (para mí) lo resuelve diciendo: “Soy un hombre afortunado que invierto el tiempo en lo que me gusta”. Por si alguien piensa que hablo en hindi con acento cantonés, aclararé que no estoy diciendo que el chico, que entra de lleno en el negociado de los ecce homo, tenga que pedir perdón por hijo de quien es; al contrario: me parece magnífico que se aproveche todo lo que pueda de esta circunstancia. Yo también lo haría. Pero que todo un señor periódico le haga el juego es mostrar demassssssssiado el plumero; 2. Seleccionar, en el mismo periódico, claro, como representativos de los manifestantes del sábado contra las bodas gays tres testimonios sencillamente delirantes. Sin duda, hay gente que piensa como estas tres personas, pero no estaría de más estrujarse un poco las meninges y encontrar también otras miradas. Porque toda la gente que acudió a la manifestación no lo hizo bajo la influencia de un ictus especialmente virulento. Es el lado costumbrista de la prensa, que debería estar prohibido. Pero también es un desprecio hacia toda esa gente y hacia tu propia profesión, que se vuelve contra las posiciones que defiendes. Es tirar piedras sobre tu propio tejado. Podría citar a la persona que los firma, pero me abstengo. No estoy pidiendo su cabeza en una bandeja de plata. Seguramente era un mandado. Testimonio 1: Una religiosa jovencita que dice que “hay gente que nace con eso (eso es la homosexualidad) y la iglesia los invita a que vivan en castidad. Es como quien tiene una enfermedad y tiene que asumirla en su vida” (…) La aprobación de los matrimonios civiles homosexuales afectaría a su familia porque “los entristecería mucho” (Hala, ya estoy yo también triste. Por cierto, advierto de que voy a formar una plataforma para pedir en el parlamento las bodas entre orzuelos. ¿Qué hacer con esas excrecencias después de la operación? Lo mejor es casarlos ). Testimonio 2: Un estudiante de económicas de 28 años a favor de la regularización de las uniones homosexuales siempre que no se les llame matrimonio. (Nos pasamos la vida llamándole a todo COSA o ESO y ahora nos ponemos hipercorrectos en una cuestión semántica aislada. Mejor te iría si acabaras ya la carrera y empezaras a preocuparte de tu propia alopecia). Pero “esto puede llevar a equívocos. Por ejemplo, si un padre y un hijo mayor de edad desean unirse matrimonialmente, ¿por qué no se les va a permitir?” (Por la misma razón por la que hasta ahora no se podían casar una madre y su hijo mayor de edad, ni una abuela con su nieto, sin incurrir en un bonito incesto. Cf: http://www.incestuosoycanalla.blogspot.com.
Busco apoyos para la Plataforma de las Bodas entre Orzuelos). Testimonio 3: Una madre de 34 años y 6 hijos asegura que este debate ya ha afectado a su familia porque ha tenido que explicarles a sus hijos (entre 7 meses y 11 años) qué es la homosexualidad. Dice que “lo han comprendido muy bien”. (Tan bien que ahora todos son gays, especialmente el de 7 meses, y algunos de ellos ya apuntan cualidades para convertirse en transformers un día no muy lejano). Sus explicaciones continúan por la senda correcta: “hay dos tipos de homosexualidad. Una se debe a una enfermedad; la otra, a quienes se dejan llevar por el vicio y el placer”. Asegura que a los que “están enfermos” los respeta y le dan pena y “habría que ayudarles para que no sufran”. Dice que en su vida diaria tiene contacto con homosexuales, que el mismo pediatra de sus hijos lo es y que lo reconoce como a “un buen médico”. (No aclara si es del grupo de “Por enfermedad” o “Por vicio”. Si se trata del primer caso, él, como buen médico, podría autocurarse. Todavía en este supuesto, tampoco aclara si hace algo por él para que no sufra. Por ejemplo, presentarle a su prima, esa que siempre va pelada al uno y que para ser feliz solo necesita un camión. Respecto al segundo supuesto, no quiero imaginar nada. Solo espero que la consulta del pediatra no esté en una décima planta). Así que como usuario de la prensa manifiesto mi rechazo ante un tipo de periodismo tan ramplón. Y tomaré las medidas que correspondan. He dicho.

2 comentarios:

Manuel dijo...

Pero no les canceles tu suscripción, Vipére. Mejor amenázalos con mandarle una carta por cada desatino ideológico (supongo que hablas de El País)y verás que pondrán más cuidado editorial.
No garantizo que mejoren tino y buen gusto, pero cuando menos estarán más atentos.

Portarosa dijo...

Absolutamente de acuerdo, Vipère. Yo también creo que ya no hay a dónde mirar, en lo que a prensa se refiere. Queda la opción de leer dos o tres periódicos y hacer balance, pero no tengo ni tiempo ni ganas (y esto es extensible a la televisión y a la radio, claro).
Con respecto a El País, creo que mientras estaba en la oposición la situación era mejor, quizá porque es más fácil parecer objetivo cuando se es crítico con el poder; pero ahora es patético, porque la sensación de estar haciendo la pelota del modo más ridículo es asquerosa.
Y que conste que leo El País.