lunes, junio 13, 2005

Imploración

Si hay algo que no soporto, además de todo tipo de bisoñés, pelucones, mechas sin caridad y otras formas de terrorismo capilar, es la gente que da la lata. Decía un profesor de la universidad al que hace tiempo que me gustaría ver… haciendo calceta en un geriátrico… que el aburrimiento era un caldo de cultivo perfecto para la creatividad. Y yo me lo creí. Hasta que salí a uno de los pasillos de la facultad, claro. Si ser creativo es arrastrar los pantalones por el piso, sentarte a las puertas de la cafetería para comerte un pincho de tortilla en el suelo, enseñarme sin compasión tu (espantosa) ropa interior, el vello de la espalda y tus tatuajes deformes, además de pronunciar Guadalajara hasta 18 veces en una conversación sobre la pirámide de Abraham Maslow solo para mostrarme tus piercings en la úvula, pues francamente, prefiero que seas una persona gris. El aburrimiento es simplemente el mejor caldo de cultivo para que la gente se atreva a todo. Por ejemplo:
1. A teñirse en familia. Porque ya se sabe que la familia que se tiñe unida permanece unida. (Aunque en su descargo debo decir que siempre he sostenido que en estos casos los verdaderamente culpables son los peluqueros; estoy seguro de que están organizados en una célula internacional que algún día tomará el control del mundo. Ellos son conscientes de que sus tintes traspasan el córtex, dañan el cerebro y además crean adicción. Y esa es la razón que explica la ola de hostilidad que nos invade. Son peores que Bush). 2. O a salir a la calle un domingo atomizados en torno a pancartas con lemas como La familia sí importa; Quiero un papá y una mamá; No soy un experimento, soy un niño; Que se legisle, pero no mi matrimonio o Zapatero tuvo papá y mamá: ¿por qué yo no?. “Por favor, caballero, sí, Vd., el de la tonsura y la tierna camiseta de No soy un experimento, soy un niño, ¿podría decirme si el slogan lo ha creado Vd. solo? Es decir, lo ha pensado, le ha dado una forma eficaz gracias a sus conocimientos del lenguaje publicitario, lo ha pintado… Ah, ¿lo ha mandado imprimir en Serigrafías Mater Amantissima? Por lo que veo se trata de una cadena perfectamente organizada y bien avenida. ¡Así es como funcionan las cosas pequeñas! Y, por extensión, todo un país. ¿Cuántas noches ha dormido Vd. al raso? No, no me refiero a la siesta que se echó en el jardín de casa de los Valdemingómez. ¿Y abusos sexuales? ¿Sabe de lo que le hablo? Ah, no ha tenido el gusto. Pues mucho mejor. ¿Es capaz de descifrar este sintagma: trabajo infantil? ¿Por casualidad le suena a chino las condiciones inhumanas en las que viven sobre todo las niñas chinas en los orfanatos chinos, por poner solo un ejemplo sobre el que yo también podría imprimirme una camiseta con pruebas documentales? ¿No tiene juegos de mesa en casa? ¿Estratego, pictionnary, trivial pursuit? ¿Ha desdeñado ya todo lo relacionado con los hilos de Ariadna: la calceta, el petit point, el macramé, sus propios conjuntos, bolsos para la playa, etc? ¿Sabe que curtir pieles es un arte? ¿Tampoco le tira la jardinería? ¿Y engrasar motores? ¿No ha probado lo que puede hacer por Vd. y por su cuero cabelludo un revólver apuntando en la buena dirección? Pues piénselo: creo que puede hacer maravillas. Porque los domingos se hicieron para descansar, para relajarse, para descargar tensiones de toda la semana, etc, y al parecer tejer y coser tiene el mismo efecto relajante que un baño en el balneario de Zújar. También se hicieron para estar con esa entelequia o concepto llamado familia que Vd. y otros como Vd. quieren apropiarse en exclusiva. Y con los amigos. Y con toda la gente que uno quiere. Pero estoy seguro de que utilizarlos para dar la lata a los demás con lemas, camisetas, pancartas, gritos, pitidos, insultos y otras ordinarieces es una derivación perversa. Porque:
1. A Vd. nadie lo va a adoptar. 2. No es un experimento, bueno; pero desde luego Vd. tampoco es un niño. 3. Estrújese un poco las meninges para mandar al taller de serigrafía, en lugar de esa cursilería, una frase que exprese lo que de verdad le importa: Mi ciudad no se llama Sodoma. (Al menos en las horas de sol), Contra natura, látigo y mano dura; 4. A mí no me importa con quién se acuesta Vd. ni con quién se levanta. Vamos, que Vd. me erotiza lo mismo que una avutarda; y 5. No puedo obligarle a que eduque a sus hijos como a mí me parezca bien. Eso sí, tengo la boca muy sana para llamarles maleducados si vienen a clase y le dicen a un profesor que al final los que nos comemos el marrón somos nosotros. Así que, en lo que a mí respecta, los domingos abúrrase todo lo que quiera, lea a Alfonso Ussía hasta sentir náuseas –lo que en sus mejores momentos se logra fácilmente en el título-, dedique un tiempo a educar a sus hijos como mejor le parezca –yo no voy a decirle nada: no son mis hijos-, descubra los secretos del bricolage, del macramé, de la jardinería, haga lo que le parezca. Pero no dé la lata, por favor. ¿Es mucho pedir?"

3 comentarios:

Madame X. dijo...

Jajajajajaja.

Manuel dijo...

Nada más sagrado que los domingos. Le encuentro a Ud. toda la razón, las familias primero deberían mirar hacia dentro su miseria y tener el corazón de no deseársela a nadie más.

Anónimo dijo...

Plas plas plas; magnífico: a eso lo llamo yo santa ira.