Hace tiempo que lo sospechaba, pero hasta hoy no he tenido el flash que necesitaba para verlo claro: la jibarización no es solo una cuestión del perímetro de la cabeza en la más pura tradición de algunas culturas indígenas andinas. Trasciende con creces ese territorio hasta el punto de que es como una mancha pegajosa que pisas en cuanto pones los pies en la calle. Y es mucho más:
1. Una forma de sentir (y de padecer)
2. Un estilo de vida
3. Un tinte corrosivo que llevarte a tus (cuatro) pelos
4. Una obesidad mórbida
5. Un tono de voz especialmente estridente
6. Una sonrisa estentórea
7. Adicción sin complejos a la licra
8. Ser analfabeto y jactarse de ello
9. Ser un ordinario integral
10. Presumir de ser súper sincero y decirte que la oposición que estás preparando es una gran pérdida de tiempo; te lo digo yo, que soy secretaria-interventora y sé de lo que hablo
11. No callar ni debajo del agua hablando de ti, de tus hijos, de tu trabajo, de tu potencial sexual y de tu coche
12. No escuchar al otro porque te basta con retroalimentarte con tu monólogo
13. Criticar por vicio sin hacer nada para mejorar las cosas
14. Confundir el pasillo de un hospital con un mercado de abastos
15. Responder sin mirar a la cara
16. Dirigirte a las personas mayores, incluidos tus padres, o a los desconocidos como si le hablaras a tu hámster.
17. Incluir en el cuestionario de una entrevista en un programa musical de televisión –presentado por tres analfabetas- la siguiente pregunta: ¿Y tú cómo lo haces, cojones? Imagínense lo demás.
Si descubren alguno de estos indicios –sin perjuicio de otros muchos que sin duda Vds. están en condiciones de detectar- en la persona que tengan enfrente, ya pueden añadir un elemento más para la colección de Jíbaros sin fronteras. Creo que es una colección que no se acaba nunca: es ilimitada. Y esa es su gracia y su interés.
martes, junio 14, 2005
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4 comentarios:
Dijera Ud., se podría hacer una catedral con la ejemplar lista de boludeces que la gente es capaz de decir y hacer impunemente, confiando -demasiado para mi gusto- en que uno es civilizado.
18. Que te digan: "Ay, tengo que presentarte a un amigo que seguro que te encanta, te encanta y te encanta. Ideal, ideal para ti."
19. Que te presenten a alguien diciendo: "... y esta es Carmen Miranda, ya sabes, que te he hablado tanto de ella. Yo creo que podríais congeniar a las mil maravillas."
(¿Con este pedazo de carne que tengo delante? Que sabrás tú, so absurda, que eres absurda perdida. Si es clavadito al imbécil de tu marido. Que Dios te conserve el oído, porque lo que es el gusto... Además, ¿a ti quien coño te ha preguntado?)
20. Los amigos que quieren emparejarte con una cierta estabilidad a toda costa.
Pues claro que sí: todos podemos meter la pata. Es más: tenemos derecho a ello.
A veces, yo también tomo la palabra para contar cualquier estupidez -por ejemplo, aquella vez que ligué mientras hacía la declaración de impuestos en las oficinas de la Delegación de Hacienda- y no la suelto. O no dejo que acabe el otro antes de intervenir yo. Pero la diferencia es que, en lugar de sentirme orgulloso de mi ordinariez, intento no repetirla.
Y así pueden cambiar un poco las cosas. Creo yo.
Turnada… ¡Qué sorpresa maravillosa! Muac!
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