viernes, mayo 13, 2005

Concha Velasco

Adoro a Concha Velasco, quizá la actriz más trabajadora de España desde hace más de 40 años. En ese tiempo ha hecho de todo, desde disparates como Julia y el celacanto hasta películas maravillosas como Pim, pam, pum ... fuego!, La Colmena o París-Tombuctú, por citar solo algunas que me gustan especialmente. Pero no solo eso. Ha sido arriesgada empresaria teatral junto a su marido infinidad de veces. En ocasiones ha barrido en la taquilla con musicales como Mamá, quiero ser artista o Carmen, Carmen. Otras veces ella ha salido literalmente barrida, como con La Truhana, y entonces ha tenido que presentar programas de televisión que no le correspondían y protagonizar series bastante flojas. Pero eso no la invalida. En absoluto. Y ha vuelto al teatro: La rosa tatuada, Hello, Dolly y todo el repertorio de Antonio Gala. Y además está su carrera interrumpida de bailarina y su primera etapa como cantante pop con la célebre La chica ye-ye. O sus exitazos de los 60, como Las chicas de la Cruz Roja e Historias de la televisión.
Fue ella quien junto a Ana Belén, Rocío Dúrcal, Juan Diego y otros protagonizó la huelga de actores de principios de los 70 para reclamar al menos un día de descanso en el teatro, y creo que pasaron alguna noche en la cárcel. También abrió la veda del destape en una España mojigata y borracha de represión y deseo, en películas como Yo soy fulana de tal (1975). (Luego el destape se convirtió en fenómeno social y salió una cantera de actrices como Bárbara Rey, Ágata Lys o Silvia Tortosa que, como decía Almodóvar, lo único que necesitaban para desnudarse era estar vestidas).
Para los periodistas -si no eres un analfabeto- es un diamante porque sus entrevistas siempre son jugosas, llenas de reflexiones, frases de calado, confidencias. Es maravillosa. Recuerdo el interesante capítulo que le dedicó Diego Galán en su programa Queridos cómicos de TVE y que vimos en casa María de Rumanía y yo un día a las dos de la mañana, después de haber agotado las existencias de alcohol que María subió de la chinoiserie. Allí se declaraba una mujer rencorosa, pero se mostró muy cauta a la vez. Algún día leeremos sus memorias y nos enteraremos de los detalles. Desde aquí me ofrezco para escribirlas.
Tuvo varios amantes del gremio como el director José Luis Sáenz de Heredia o el actor Juan Diego, y hace 28 años se unió a un actor de cuarta fila, Paco Marsó, una buena decena de años más joven y al parecer "el mejor empresario de este país", en boca de Concha Velasco, además de un fan de la falda ajena y del casino. Pero la cosa, tras numerosas separaciones y reconciliaciones de las que han dado buena cuenta a la prensa, acaba de terminar definitivamente hace 4 meses. En vista de los precedentes, es lo mejor que podía ocurrir. Bueno, según Concha, todo acabó en realidad hace 8 años. Al parecer, Concha se ha enterado de que su marido le ponía los cuernos con demasiada frecuencia, y a estas alturas sí le ha importado.
Concha, a sus 65 años, está estupenda. Es una señora estupenda. Sigue con su gira de Inés desabrochada y cuenta lo duro que le resulta pensar en singular o recorrer sola los mismos hoteles y restaurantes de toda España que antes visitaba con su marido. Pero no le queda más remedio. Su marido le decía que era una persona que imponía, que daba miedo, pero ella lo desmiente y se declara una mujer frágil con la obligación de no romperse en su fragilidad ante toda la tragedia que define el mundo actual y mucho menos ante su propia circunstancia, que en comparación tampoco es tan grave.
Se le ve bien, a pesar de todo. No quiere aparecer ni como víctima ni como verdugo. Solo quiere seguir trabajando, ser abuela y modestamente feliz.
(Con todo mi cariño.
Para ti, Concha).

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