lunes, mayo 16, 2005

Delitos y penas

Como observador de mi entorno y en claro compromiso con él, tras una sesión de 75 minutos de televisiones generalistas este fin de semana, me siento en la obligación de expresar que no apruebo todo cuanto veo. Por ello he glosado en una lista incompleta una serie de conclusiones que con gusto comparto con todos Vds., mi público.
  1. En tiempos de decadencia, hay que tomar medidas, y estas medidas tienen que ser drásticas. Aunque resulte impopular. Por una vez voy a discrepar con mi admirado Julio Anguita: "Al pueblo hay que hacerle caso, aunque se equivoque". Bien, yo opino todo lo contrario: al pueblo no hay que hacerle caso, ni siquiera aunque acierte. Las audiencias televisivas son un invento diabólico. No significan nada. Si la gente quiere escuchar gritos e insultos, que insonorice sus casas y grite un poco más que de costumbre a sus parejas, a sus hijos maleducados o a los abuelos parkinsónicos que no han sido admitidos en las residencias de ancianos o que han sabido volver a casa tras haber sido reincidentemente abandonados en la gasolinera el verano anterior. No necesitan verlo por televisión.
  2. En cuanto a los autómatas televisivos con engrudo para fabricar churros en el sitio donde los libros de anatomía colocan el cerebro, hago un repaso general -tampoco le puedo pedir peras al olmo, y 75 minutos de teúve dan de sí lo que dan de sí- y presento la siguiente tabla.
A. Rouco Varela. Delito principal: incitar a la homofobia en nombre de la Iglesia Católica. Delito secundario: No aceptar la invitación de Paco Clavel para integrar un espectáculo de cabaret o de circo como el de las hermanas siamesas de Sabotage (1942), la peli de Hitchcock escrita por la señora Parker, o más recientemente Big fish, de Tim Burton.
Se le condena a la pena de ser entregado sin miramientos en manos de un cirujano plástico en prácticas, que podrá explotar el método de ensayo-error hasta el agotamiento.
B. Lidia Lozano. Delito: La punta del iceberg es su imagen en sí misma: mechas, un maquillaje en el que podría albergar parásitos suficientes para nutrir un ecosistema completo de aves rapaces y un uso deliberadamente aberrante de los tonos pastel de su ropa. Si luego abre la boca, en claro desafío a unos pólipos del tamaño de una calabaza y a los extraterrestres que la han abducido, y solo vierte sonidos de soez nasalidad que harían parecer fina y elegante a una verdulera estereotipada, pues convendrán conmigo en que no tiene que molestarse en replicar si es condenada a la guillotina, el mejor remedio contra los pólipos: sin cuello no hay pólipos.
C. En el mismo paquete meto a todos sus compañeros de programas-basuras cuyos nombres afortudamente desconozco.
D. Los concursantes de los programas de telerrealidad: analfabetos funcionales, perversamente soeces, realmente atrevidos en su imagen, exhibicionistas, teñidos por sus peores enemigos, ordinarios sin sentido de la contrición... ¡Con la cantidad de accidentes de tráfico que hay cada año! Todos, sin excepción, a una patera y al mar rumbo a la Antártida. ¿No quieren reality? Pues eso es reality. Y si alguno sobrevive, que venga y nos lo cuente.
E. La programación de Canal Sur en bloque, excepto el programa Solidarios. Ya está bien de presentar a los andaluces como una caterva de analfabetos, de septuagenarios con ganas de frotar la cebolleta, de vagos y de gente que confunde el arte con cualquier cosa, una sonajero, por ejemplo. Mención especial merece un programa de entrevistas presentado por las integrantes del grupo Las Niñas. Es abominable. Por favor: dedicaros al macramé o al petit-point, pero no me hagáis sonrojar ni una vez más, que ya tengo yo bastante con lo mío. Todos condenados al fuego purificador, que es el mejor peeling. Ah, se me olvidaba: también habría que mencionar un programa de debate y opinión de la calle presentado por un tal Rafael. Abyecto.
F. Pérez Rubalcaba y Eduardo Zaplana.Delito: ladrar en exceso y sin pudor para generar crispación social y enfrentamientos. Para eso nadie os ha elegido: si queréis ladrar, os lo pagáis vosotros. Pena: ambos a una cancha y a matarse a bocados, si es lo que les gusta, como en Amores Perros. Se admiten apuestas.
G. Y los de siempre: los (tram)Pantojos, Marujita Díaz, Sara Montiel, Xavier Sardà, Anne Bouteille, David Bustamente y sus compis, Mari Tere Campos, Alicia Senovilla, Juan Imedio, Patricia Gaztañaga, Ana García-Siñeriz, Carmen Sevilla -por su empalago rayano en la tortura- y todos los colaboradores de los programas que presentan, sin excepción. Pero sin excepción alguna.
Pero para que vean que no soy tan intransigente como podría parecer, todos ellos podrían redimir su pena y salvar el pellejo si se comprometen a alejarse un mínimo de 500 metros de cualquier cámara de TV, acompañado o no de un exilio interior, y se dedican a cualquier otra cosa: la agricultura ecológica, la restauración de muebles, la reconstrucción de pueblos abandonados, la limpieza de las marismas del Guadalquivir o del Coto de Doñana... En fin, no sé, hay un montón de salidas. Yo desde luego me encargaría de verificar su alejamiento de todo lo que huela a TV con un medidor láser de distancias.
Quizá pueda parecer un poco radical, pero las revoluciones son así: no admiten medias tintas. Por supuesto que me he dejado a delincuentes en el tintero, pero, aunque me gusta ser exhaustivo, ahora me tengo que ir a observar la realidad. Vds. pueden completar este modesto muestrario. Gracias.

2 comentarios:

Manuel dijo...

Me uno a los criterios, pero me guardo la lista para mi propio blog, dicen que lo que no es homenaje es plagio. Así que no te extrañe, Vipére.

Vipère de Gabon dijo...

Lleva Vd. razón, Limburgo: lo más sano es no ver la TV. Y es un asunto ampliamente trasnochado. Pero me quedaría tan a gusto si pudiera tomarme la justicia por mi mano... Como aquella terrorista-suicida palestina que declaró que se ponía atómica con solo imaginarse saltando por los aires (¡con aquella vestimenta! ¡Yo mismo habría pulsado sin dudar el botón que hiciera falta!), también yo alcanzo una dimensión eréctil con solo imaginarme a todos esos cafres caminando hacia el patíbulo.

Gracias por la visita.

M. Gabón