La realidad supera la ficción siempre, siempre. Pili y su hermana, dos señoras bastante decadentes, superan los 75 años y conservan todo el acento de Valencia. La hermana de Pili lleva una falda verde plisada, bastón y un incipiente Parkinson. Tiene prisa por irse —están en una tienda casi vacía de un pequeño museo de Madrid —. Se pasa los dedos de la mano que le deja libre el bastón por la nariz y la boca, y luego los chasquea como si quisiera desprenderse de unas impertinentes células muertas. Son jubiladas del ministerio de Educación. Pili dice que los sevillanos -al parecer, el vendedor es de Dos Hermanas (Sevilla)- son muy tiernos, muy buenos y que ella sólo ha oído cosas favorables de ellos. Le pregunta qué tal le va con las madrileñas y si tiene novia:
- Porque si eres joven, guapo y no eres marica, estarás rifadísimo. Siempre desde luego ha habido más hombres, pero hoy entre los travestis, los transformers y los mariconazos, ¿qué porcentaje de hombres-hombres hay, un 5%? Pues ya te digo, siendo guapo y si no eres marica, puedes ir pisando fuerte.
Tercia la hermana:
- Pero ¿por qué va a ser marica? Vámonos, Pili.
El vendedor se queda de cartón-piedra y se trastabilla cuando en ese instante tiene que responder al teléfono. Ha tenido que sentirse desnudo delante de las dos ancianas, que no van muy descaminadas, dicho sea de paso. Acaban de demostrar una Verdad de la Vida: donde esté el ojo clínico de un jubilado especialmente guerrero que se quite cualquier estudio sociológico.
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