Pedro Almodóvar ha conseguido que la expresión hacer correr ríos de tinta no le sea ajena. La documentación que existe sobre él en casi todas las lenguas del mundo, excepto en las que no tienen tradición escrita, es prácticamente inacabable. Y desde luego inabarcable. Siempre está en el ojo del huracán, para ser admirado por unos y denostado por otros prácticamente con igual fuerza. O furia. Pero él está dispuesto a defender cada película suya a capa y espada.
Han pasado 25 años desde la primera. Desde entonces ha dirigido 15 y ahora está a punto de empezar la décimosexta. Algunas de ellas encabezan categorías que comienzan por Las Más: Taquilleras, Sinceras, Divertidas, Populares, Polémicas, Absurdas… Además, a través de su empresa, El Deseo, también empieza a tener un currículum como productor de proyectos ajenos, los últimos por ahora La niña santa y La vida secreta de las palabras, a punto de estrenarse.
Almodóvar es un chico listo e inteligente de La Mancha que se mira en el espejo y cada vez ve más canas y los mismos kilos de siempre. Eso no lo convierte en nadie especial. Pero sí la generosidad de habernos regalado una colección de películas que nos han hecho reír y llorar. Aunque ha llovido mucho desde que Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón se coló casi de rondón en la programación del Festival de Cine de San Sebastián de 1980, en realidad parece que todavía faltan muchos años para que nos pongamos a la altura de su irreverencia y libertad: la película sigue siendo una celebración de la vida en la que no tiene cabida el concepto de culpa. La vida es simplemente divertida. Después hemos recorrido junto a Almodóvar un largo camino por el que se han cruzado monjas señaladas como divinos señores por las zarpas de un tigre, amas de casa que conocían todos los secretos de los huesos de jamón, madres castradoras y portadoras de cilicio que bendecían la sopa de fideos y el flan del menú, transexuales que nos presentaban Madrid a través de la ventana de un hospital, mujeres al borde de un ataque de nervios y hombres sin oficio ni beneficio que secuestraban a la actriz de sus sueños para darle la oportunidad de que se enamoraran de ellos…
Con todas estas historias, que han acuñado en la fraseología popular la expresión Es de película de Almodóvar para resumir lo incatalogable, Almodóvar ha trazado una sólida carrera internacional y ha ganado casi todos los premios imaginables, incluidos dos Oscar, varios Goyas, Globos de Oro, Césares, etc. Y ya hace tiempo que es tan conocido fuera como dentro de España, dándose un curioso fenómeno por el que sus películas reciben críticas rendidas al otro lado de nuestras fronteras, mientras aquí siempre se les regatea algo.
Su obra se puede dividir claramente en dos etapas. La primera incluye Átame y es la que más gusta en España. O por lo menos la que más me gusta a mí. Es una etapa colorista y optimista en la que retrata a personajes cuyo oficio consistía en tener ganas de alejarse de la grisalla precedente, en empeñarse en sacar leche de una alcuza, algo con lo que era fácil identificarse. Con Tacones lejanos arranca la etapa de la sofisticación y al mismo tiempo una nueva negrura, y el público cambia y se hace más numeroso e internacional. Por ejemplo, Almodóvar es una estrella total en Francia, donde sus últimas películas han recaudado el doble que en España, que debería ser su mercado natural. Curioso.
Al margen de alabanzas y regateos, en todas partes sus películas se esperan como uno de los acontecimientos del año, lo que genera en el director una presión reconocida que seguramente es creativamente contraproducente.
En estos momentos, Almodóvar afronta junto a sus chicas las lecturas y ensayos del guión de su nueva película, Volver, que empezará a rodar en julio. Para calentar motores y abrir boca, ha iniciado un diario de rodaje que pueden consultar en www.pedroalmodovar.es. Quizá esta película represente el inicio de una nueva etapa. Falta nos hace.
1 comentario:
Sí, nos hace falta el Almodóvar de "Qué hecho yo para merecer ésto?" y "Pepi...", pero no creo que eso exista ya. Ahora se lleva la profundidad dramática y la solemnidad... la edad, supongo.
Aún así su legado (que no legrado) es invaluable y se ha ganado un lugar muyu especial entre los cinéfilos.
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