Sé que cuando Marisa Paredes sobreactúa -que es prácticamente todas las veces que sale de su casa, acuda o no a un plató de cine- todo el mundo se le echa encima y la pone como a una bayeta. Pero los años -y sobre todo las afrentas que se me presentan cada día en mi vida cotidiana- me han enseñado que no solo no está equivocada, sino que ese es el verdadero camino. ¿La sobreactuación?, se preguntarán Vds. con muy buen criterio, como siempre, y un comprensible cierto escándalo. Pues sí; llámenlo sobreactuación, actuación, ausencia de espontaneidad, horror a todo lo que huela a natural y fresco, etc. Creo firmemente que el mundo iría mucho mejor si todos tomáramos unos cursillos acelerados de arte dramático en una buena escuela, si tuviéramos un buen guionista de cabecera y si repasáramos el guión antes de salir de casa. La sobreactuación nos ahorraría tragos como los siguientes:
1. Observar, escuchar y soportar a un grupo de universatarios -que debería estar sin duda en el kindergarden más próximo trabajando la pasta de papel- mientras canturrea Algo se muere en el alma con cualquier excusa, en este caso la ausencia de un profesor. Si alguien quiere cantar, bien: no me opongo. Pero que lo haga cuando entre él y yo medie una montaña, un océano o unas cuantas constelaciones. Si no se da el caso, entonces que haga play-back.
2. Querer captar eso tan horrible llamado el momento sacándote una foto sin darte ni tiempo a persignarte. Ni maquillaje, ni luces, ni filtros, ni nada. ¡No hay derecho!
3. Carteles como éste: "Churrería de trauma. Habrimos todas las noches de cruces". ¿Se trata de una estrategia publicitaria? Entonces podrían haber rizado el rizo, aunque no sé muy bien cómo. ¿Havrimos? Pero los sintagmas nominales también encierran un gran poder de persuasión: ¿Churrerías que provocan traumas? ¿O quieren decir que los traumas -de la gente, se entiende- son un churro, vamos, que ni son trauma ni nada? ¿Y cuáles son las noches de cruces? ¿Las que están marcadas con una cruz en un calendario? No sé cómo interpretarlo. ¿Soy analfabeto por ello? Lo más seguro es que la churrería sea una tapadera y la leyenda, una contraseña para avisar a alguna mafia internacional de que todo está despejado.
4. O frases como "Y hay una parte de la playa de Las Palomas que... vamos a decirlo con todas sus letras: es una playa de maricones..."
Ay, mirad, por favor, si esto es lo más interesante que me vais a contarme, al menos adscribíos a algún género teatral, decídmelo en plan Medea, Fedra o como queráis, pero no toméis aire justo después de que. Me parece de muy mal gusto.
Y junto a todo esto, tengo que aguantar a un chulazo que se dice cerrajero -y por lo que se ve, reconvierte las cerraduras que quita en anillazos y cordones para el cuello- y que cuando le llamo la atención para que termine su trabajo en mi casa, en mi puerta y en mi cerradura antes de ponerse de palique con el vecino de enfrente, empieza a rascarse salvajemente los huevos y me dice "Tú no furulas bien". O sea, que para tratar con este cafre de esta naturaleza tengo que tener a mano el diccionario de argot de Los Latoneros Ilustrados y luego dejarme atracar por un módico precio de 240 euros. Eso, o una velada amenaza con la llave inglesa.
Me gusta la sobreactuación, pero tengo que admitir que en este caso es un pelín excesiva.
3 comentarios:
A favor total. El histrionismo es lo de hoy.
Sobreactuación y guillotina. Eso es lo que la sociedad contemporánea está pidiendo a gritos.
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