viernes, abril 15, 2005

Relojes

Me declaro un fetichista con propósito de enmienda. Es decir, me permito tener el menor número posible de fetiches, aunque me encantaría tener más. Así que tengo algunos relojes, y me conformo con ver los de los demás. Me gustan sobre todo los de pulsera, con manecillas y preferiblemente antiguos. Me gustan grandes en manos grandes (soy fan de manos). No me gustan los que, además de reloj, son un millón de cosas más. Tampoco los que tienen colorines, los que no se ajustan a la muñeca, los que tienen la pulsera elástica o son excesivamente divertidos. El último lo he comprado en una pequeña tienda de anticuario del centro de la ciudad. Por supuesto, no funcionaba. Y la correa estaba ruinosa. De hecho, se rompió antes de salir de la tienda. Pero el esmalte y el baño dorado están en muy buen estado. Es un Dogma prima, made in Swiss. El siguiente paso ha sido llevarlo al joyero de la familia. El relojero me dijo que tenía el eje roto, que es lo que le suele pasar a este tipo de relojes. "Ah, este reloj sí que es antiguo. ¿De tu abuelo quizá? A estos relojes, en cuanto se caen al suelo, se les rompe el eje. Tienes que tener cuidado. Pero, claro, un reloj no está hecho para que se caiga al suelo". Y lleva más razón que un santo.
Este Dogma tiene una pequeña curiosidad: lleva marcadas las horas pares, en números arábigos. Lo habitual es que marquen las 12, las 3, las 6 y las 9. Yo había ensayado un montaje en una muñequera de cuero, pero al final he desechado la idea porque queda demasiado aparatoso. Así que le he puesto un tipo de pulsera de cuero que es muy difícil de encontrar ya. Antes la vendían en El Sanatorio del Calzado de la calle San Bernardo. Pero al parecer el fabricante se ha jubilado y no hay nadie que se las sirva ya. De todas formas, no debe de pedirlas mucha gente. Ahora se pueden adquirir por encargo llevando un modelo. O en alguna vieja joyería a punto de cerrar por jubilación (o defunción). La pulsera consiste en una sola pieza, con varios agujeritos y su cierre, sobre la que se han fijado dos abrazaderas regulables para ajustar en ellas el reloj.
Tengo otro, un regalo, en cuya esfera se puede leer la primera frase de En busca del tiempo perdido de Proust: "Longtemps, je me suis couché de bonne heur. Parfois, à peine ma bougie éteinte, mes yeux se fermaient si vite que je n'avais pas le temps de me dire: "Je m'endors". Et...". Aquí no hay señal alguna para marcar las horas, así que siempre se obtiene una información aproximada.
Creo que me gustan los relojes solo como objetos; no creo que tengan nada que ver con lo que representan, la medida del tiempo y, sobre todo, la celeridad con que pasa. No soy un obseso del tiempo, aunque no me gusta levantarme tarde (ni siquiera cuando tenía unos horarios más desordenados que ahora). Pero a lo mejor hay alguna razón mayor que desconozco.
También me fascinan los mapas y las brújulas. Como objetos, pero sospecho que aquí sí conozco otras razones más profundas.
(Ayer falté a mi cita con Vds. porque me sentí secuestradito en mi propia casa, como María Barranco en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Sin teléfono y sin red. Así que pasé de nuevo la tarde en las oficinas de una companía de telefonía con nombre de presente de indicativo a la que no le haría ni mala publicidad así me amenazaran con un hierro candente. ¡Qué gente tan horribilina. De sus locales me fui derecho a la Oficina del Consumidor para poner una reclamación del tamaño de la cola que se formó en el Vaticano para despedir al Papa, y allí me atendió un chico que puede que me anime a poner reclamaciones y quejas de forma casi profesional. Ya les contaré).

1 comentario:

Manuel dijo...

Eso es lo que llamo yo un consumidor modelo. Suerte.